ORACIÓN CADA DÍA

Oración por la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración por la Iglesia
Jueves 23 de mayo


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 9,41-50

?Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.? ?Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga; pues todos han de ser salados con fuego. Buena es la sal; mas si la sal se vuelve insípida, ?con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros y tened paz unos con otros.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

"Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa", dice Jesús. En el nombre de Jesús los discípulos pueden recibir ese vaso de agua que indica que hemos sido acogidos. Dar de beber era el gesto de acogida al peregrino y al caminante. Ellos, dice Jesús, lo reciben porque son de Cristo. Es de Cristo quien decide no pertenecerse más a sí mismo, quien elige la libertad, pero también la pobreza de pertenecerle. Pertenecen a él los pobres, los que no tienen nada, los muchos pequeños, para quienes incluso dar un solo vaso de agua (como relata el Evangelio de Mateo), puede traer la salvación a toda una vida, y no perderá su recompensa. En verdad, en la acogida y en el servicio, se confunden entre sí quienes sirven y quienes son servidos. Debemos recordar siempre que todo lo que hacemos en realidad es siempre y solo en su nombre y no en el nuestro, y cuánto cuidado, sabiduría, inteligencia debemos emplear, sabiendo que llevamos el nombre de Jesús, para ser cristianos. Jesús usa palabras duras con los que escandalizan "incluso a uno de estos pequeños" que creen en él. Escándalo son las palabras duras, la poca esperanza, la indiferencia ante el mal. Escándalo es rechazar ese vaso de agua. Escándalo son las leyes destinadas a no salvar a la gente en el mar, a dificultar la solidaridad. Es la lógica diabólica del "yo primero". El escándalo es siempre un hecho concreto, por ejemplo, las manos levantadas contra los demás, o cerradas por avaricia, los ojos que se apartan. Por eso hay que cortar, porque no hay compromiso posible con el mal. Y cortar no es perder sino encontrar: ganar un ojo bueno, una mano generosa, un paso de amor. Es mejor perder algo que perder el corazón y el alma detrás de uno mismo.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.