ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en m?
no morir? jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ester 2,5-6.19-23.1-6

Hab?a en la ciudadela de Susa un jud?o, llamado Mardoqueo, hijo de Ya?r, hijo de Seme?, hijo de Quis, de la tribu de Benjam?n. Hab?a sido deportado de Jerusal?n con Jecon?as, rey de Jud?, en la deportaci?n que hizo Nabucodonosor, el rey de Babilonia. Cuando Ester pas?, como las otras j?venes, al segundo har?n, no revel? ni su origen ni su pueblo, tal como se lo hab?a ordenado Mardoqueo; pues Ester segu?a cumpliendo las ?rdenes de Mardoqueo como cuando viv?a bajo su tutela. Por aquellos mismos d?as, estaba adscrito Mardoqueo a la Puerta Real; Bigt?n y Teres, dos eunucos del rey, guardianes del umbral, estaban irritados y andaban buscando poner la mano sobre el rey Asuero. Lleg? el hecho a conocimiento de Mardoqueo, el cual se lo comunic? a la reina Ester, y Ester se lo dijo al rey, en nombre de Mardoqueo. Se investig? el caso y result? verdadero; por lo que fueron colgados los dos del madero y se consign? por escritos, en los Anales, en presencia del rey. Despu?s de esto, el rey Asuero elev? al poder a Am?n, hijo de Hamdat?, del pa?s de Agag; le encumbr? y coloc? su asiento por encima de todos los dignatarios que estaban con ?l; todos los servidores del rey, adscritos a la Puerta Real, doblaban la rodilla y se postraban ante Am?n, porque as? lo hab?a ordenado el rey; pero Mardoqueo ni doblaba la rodilla ni se postraba. Los servidores del rey, adscritos a la Puerta Real, dijeron a Mardoqueo: "?Por qu? traspasas la orden del rey?" Y como se lo repitieran d?a tras d?a y ?l no les hiciera caso, se lo comunicaron a Am?n, para ver si Mardoqueo persist?a en su palabra, pues les hab?a manifestado que ?l era jud?o. Vio Am?n que Mardoqueo no doblaba la rodilla ni se postraba ente ?l, y se llen? de ira. Y cuando le notificaron a qu? pueblo pertenec?a Mardoqueo, no content?ndose con poner la mano sobre ?l solo, intent? exterminar, junto con ?l, a todos los jud?os de todo el reino de Asuero.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si t? crees, ver?s la gloria de Dios,
dice el Se?or.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mardoqueo es "uno de los jud?os deportados que Nabucodonosor, rey de Babilonia, hab?a llevado cautivos de Jerusal?n con Jecon?as, rey de Jud?" (1, 1a-1c del texto jud?o). Tiene alg?n cargo en la corte del rey que le permite moverse libremente por palacio y estar cerca de Ester. Mardoqueo descubre una conjura contra el rey y le sugiere a Ester que advierta a Asuero del peligro. El rey interviene de inmediato y manda ejecutar a los conjuradores. Con todo ello Mardoqueo se gana la estima del rey. Pero hay otro alto dignatario, Am?n, que ostenta el m?s alto cargo de la corte y que pronto choca con Mardoqueo. El motivo que desencadena el enfrentamiento es la negativa de este ?ltimo a arrodillarse al paso del primero. La fe jud?a en el ?nico Dios no le permit?a arrodillarse ante un hombre. En realidad, a trav?s de aquellos dos hombres, Mardoqueo y Am?n, emerge una antigua historia de hostilidad entre dos pueblos que se remonta a los tiempos del ?xodo (Ex 17, 8-16) y que, aumentada con el tiempo, culmina con la lucha entre dos reyes: Sa?l de Israel y Agag de Amalec. Mardoqueo, que le hab?a dicho a Ester que no dijera nada de sus or?genes por prudencia, en esta ocasi?n declara que como "jud?o" no dobla su rodilla ante nadie. De ese modo manifiesta la pureza de la fe en el ?nico Se?or. Se percibe aqu? la firmeza de muchos creyentes que no se desv?an de su fe. Y vienen a la memoria los millones de cristianos que a lo largo de los siglos han antepuesto el amor a Dios a su propia vida. La ira de Am?n, herido en su orgullo, explota de manera totalmente exagerada: decide aniquilar a todos los jud?os del reino. Si se le da rienda suelta, la l?gica del amor por uno mismo lleva a decisiones aparentemente imposibles. Pero en realidad, si no se le hace frente, la fuerza del mal no tiene l?mites. Por suerte la decisi?n de Am?n choca con el amor de Dios por su pueblo. Y la violencia que quiere aplicar a los jud?os se volver? contra ?l mismo, como canta el salmista: "Vedle en su pre?ez de iniquidad, malicia concibi?, fracaso pare. Cav? una fosa, cav? bien hondo, mas cay? en el hoyo que ?l abri?" (Sal 7, 15-16).

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.