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Memoria de los ap?stoles
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Memoria de los ap?stoles

Recuerdo de los ap?stoles Felipe y Santiago. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los ap?stoles
Jueves 3 de mayo

Salmo responsorial

Psaume 61 (62)

En Dios s?lo el descanso de mi alma,
de ?l viene mi salvaci?n;

s?lo ?l mi roca, mi salvaci?n,
mi ciudadela, no he de vacilar.

?Hasta cu?ndo atacar?is a un solo hombre,
le abatir?is, vosotros todos,
como a una muralla que se vence,
como a pared que se desploma?

Doblez s?lo proyectan,
su placer es seducir;
con mentira en la boca, bendicen,
y por dentro maldicen. Pausa.

En Dios s?lo descansa, oh alma m?a,
de ?l viene mi esperanza;

s?lo ?l mi roca, mi salvaci?n,
mi ciudadela, no he de vacilar;

en Dios mi salvaci?n y mi gloria,
la roca de mi fuerza.
En Dios mi refugio;

confiad en ?l,
oh pueblo, en todo tiempo;
derramad ante ?l vuestro coraz?n,
?Dios es nuestro refugio! Pausa.

Un soplo solamente los hijos de Ad?n,
los hijos de hombre, una mentira;
si subieran a la balanza
ser?an menos que un soplo todos juntos."

No os fi?is de la opresi?n,
no os ilusion?is con la rapi?a;
a las riquezas, cuando aumenten,
no apegu?is el coraz?n."

Dios ha hablado una vez,
dos veces, lo he o?do:
Que de Dios es la fuerza,

tuyo, Se?or, el amor;
y: Que t? al hombre pagas
con arreglo a sus obras."

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.