ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 28 de febrero

Salmo responsorial

Salmo 29 (30)

Yo te ensalzo, Yahveh, porque me has levantado;
no dejaste re?rse de m? a mis enemigos.

Yahveh, Dios m?o, clam? a ti y me sanaste.

T? has sacado, Yahveh, mi alma del seol,
me has recobrado de entre los que bajan a la fosa.

Salmodiad a Yahveh los que le am?is,
alabad su memoria sagrada.

De un instante es su c?lera, de toda una vida su favor;
por la tarde visita de l?grimas, por la ma?ana gritos
de alborozo.

"Y yo en mi paz dec?a:
""Jam?s vacilar?."" "

Yahveh, tu favor me afianzaba sobre fuertes monta?as;
mas retiras tu rostro y ya estoy conturbado.

A ti clamo, Yahveh,
a mi Dios piedad imploro:

?Qu? ganancia en mi sangre, en que baje a la fosa?
?Puede alabarte el polvo, anunciar tu verdad?

?Escucha, Yahveh, y ten piedad de m?!
?S? t?, Yahveh, mi auxilio!

Has trocado mi lamento en una danza,
me has quitado el sayal y me has ce?ido de alegr?a;

mi coraz?n por eso te salmodiar? sin tregua;
Yahveh, Dios m?o, te alabar? por siempre.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.