ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 4 de junio

Salmo responsorial

Salmo 38 (39)

"Yo me dec?a: ""Guardar? mis caminos,
sin pecar con mi lengua,
pondr? un freno en mi boca,
mientras est? ante m? el imp?o."" "

Enmudec?, qued? en silencio y calma:
mas al ver su dicha se encon? mi tormento.

Dentro de m? mi coraz?n se acaloraba,
de mi queja prendi? el fuego,
y mi lengua lleg? a hablar:

Hazme saber, Yahveh, mi fin,
y cu?l es la medida de mis d?as,
para que sepa yo cu?n fr?gil soy.

Oh s?, de unos palmos hiciste mis d?as,
mi existencia cual nada es ante ti;
s?lo un soplo, todo hombre que se yergue,

"nada m?s una sombra el humano que pasa,
s?lo un soplo las riquezas que amontona,
sin saber qui?n las recoger?."""

Y ahora, Se?or, ?qu? puedo yo esperar?
En ti est? mi esperanza.

De todas mis rebeld?as l?brame,
no me hagas la irrisi?n del insensato.

Me callo ya, no abro la boca,
pues eres t? el que act?as.

Retira de m? tus golpes,
bajo el azote de tu mano me anonado.

"Reprendiendo sus yerros t? corriges al hombre,
cual polilla corroes su anhelos.
Un soplo s?lo, todo hombre. Pausa. """

Escucha mi s?plica, Yahveh,
presta o?do a mi grito,
no te hagas sordo a mis l?grimas.
Pues soy un forastero junto a ti,
un hu?sped como todos mis padres.

?Retira tu mirada para que respire
antes que me vaya y ya no exista m?s!

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.