ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Se?or
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Se?or

Recuerdo de Nuestra Señora de Sheshan, santuario a las afueras de Shangai. Oración por los cristianos chinos. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Se?or
Martes 24 de mayo

Salmo responsorial

Salmo 26 (27)

Yahveh es mi luz y mi salvaci?n,
?a qui?n he de temer?
Yahveh, el refugio de mi vida,
?por qui?n he de temblar?

Cuando se acercan contra m? los malhechores
a devorar mi carne,
son ellos, mis adversarios y enemigos,
los que tropiezan y sucumben.

Aunque acampe contra m? un ej?rcito,
mi coraz?n no teme;
aunque estalle una guerra contra m?,
estoy seguro en ella.

Una cosa he pedido a Yahveh,
una cosa estoy buscando:
morar en la Casa de Yahveh,
todos los d?as de mi vida,
para gustar la dulzura de Yahveh
y cuidar de su Templo.

Que ?l me dar? cobijo en su caba?a
en d?a de desdicha;
me esconder? en lo oculto de su tienda,
sobre una roca me levantar?.

Y ahora se alza mi cabeza
sobre mis enemigos que me hostigan;
en su tienda voy a sacrificar.
sacrificios de aclamaci?n.
Cantar?, salmodiar? a Yahveh.

Escucha, Yahveh, mi voz que clama,
?tenme piedad, resp?ndeme!

Dice de ti mi coraz?n:
"Busca su rostro."
S?, Yahveh, tu rostro busco:

No me ocultes tu rostro.
No rechaces con c?lera a tu siervo;
t? eres mi auxilio.
No me abandones, no me dejes,
Dios de mi salvaci?n.

Si mi padre y mi madre me abandonan,
Yahveh me acoger?.

Ens??ame tu camino, Yahveh,
gu?ame por senda llana,
por causa de los que me asechan;

no me entregues al ansia de mis adversarios,
pues se han alzado contra m? falsos testigos,
que respiran violencia.

?Ay, si estuviera seguro de ver la bondad de Yahveh
en la tierra de los vivos!

Espera en Yahveh, ten valor y firme coraz?n,
espera en Yahveh.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.