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Memoria de Jes?s crucificado
Palabra de dios todos los dias

Memoria de Jes?s crucificado

Fiesta del Cristo negro de Esquipulas, en Guatemala, venerado en todo Centro Am?rica.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jes?s crucificado

Fiesta del Cristo negro de Esquipulas, en Guatemala, venerado en todo Centro Am?rica.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Nehem?as 10,1-40

De acuerdo con todo esto, nosotros tomamos un firme compromiso por escrito. En el documento sellado figuran nuestros jefes, nuestros levitas y nuestros sacerdotes... En el documento sellado figuraban: Nehem?as, hijo de Jakal?as, y Sedec?as. Sera?as, Azar?as, Jerem?as, Pasjur, Amar?as, Malk?as, Jatt?s, Seban?as, Malluk, Jarim, Meremot, Abd?as, Daniel, Guinnet?n, Baruc, Mesullam, Ab?as, Miyyam?n, Maaz?as, Bilgay, Sema?as: estos son los sacerdotes. Luego los levitas: Josu?, hijo de Azan?as, Binnuy, de los hijos de Jenadad, Cadmiel y sus hermanos Sekan?as, Hodav?as, Quelit?, Pela?as, Jan?n, Mik?, Rejob, Jasab?as, Zakkur, Sereb?as, Seban?as, Hodiy?as, Ban?, Quenan?. Los jefes del pueblo: Par?s, Pajat Moab, Elam, Zatt?, Ban?, Bunn?, Azgad, Bebay, Adon?as, Bigvay, Ad?n, Ater, Ezequ?as, Azzur, Hodiy?as, Jatum, Besay, Jarif, Anatot, Nobay, Magpi?s, Mesullam, Jezir, Mesezabel, Sadoq, Yadd?a, Pelat?as, Jan?n, Hana?as, Oseas, Janan?as, Jassub, Halloj?s, Pilj?, Sobeq, Rejum, Jasabn?, Maase?as, Aj?as, Jan?n, An?n, Malluk, Jarim, Baan?. y el resto del pueblo, los sacerdotes y los levitas los porteros, los cantores, los donados y todos los separados de las gentes del pa?s para seguir la Ley de Dios, sus mujeres, sus hijos y sus hijas, cuantos tienen uso de raz?n, se adhieren a sus hermanos y a los nobles y se comprometen por imprecaci?n y juramento a caminar en la Ley de Dios, que fue dada por mano de Mois?s, siervo de Dios, y a guardar y practicar todos los mandamientos de Yahveh nuestro Se?or, sus normas y sus leyes. A no dar nuestras hijas a las gentes del pa?s ni tomar sus hijas para nuestros hijos. Si las gentes del pa?s traen, en d?a de s?bado, mercanc?as o cualquier otra clase de comestibles para vender, nada les compraremos en d?a de s?bado ni en d?a sagrado. En el a?o s?ptimo abandonaremos el producto de la tierra y todas las deudas. Nos imponemos como obligaci?n: Dar un tercio de siclo al a?o para el servicio de la Casa de nuestro Dios: para el pan que se presenta, para la oblaci?n perpetua y el holocausto perpetuo, para los sacrificios de los s?bados, de los novilunios, de las solemnidades, para los alimentos sagrados, para los sacrificios por el pecado como expiaci?n por Israel y para toda la obra de la Casa de nuestro Dios; Hemos echado a suertes - sacerdotes, levitas y pueblo - la ofrenda de la le?a que ha de traer a la Casa de nuestro Dios cada familia en su turno, a sus tiempos, cada a?o, para quemarla sobre el altar de Yahveh nuestro Dios con arreglo a lo escrito en la Ley. y traer cada a?o a la Casa de Yahveh las primicias de nuestro suelo y las primicias de los frutos de todos los ?rboles, y los primog?nitos de nuestros hijos y de nuestro ganado, conforme a lo escrito en la Ley - los primeros nacidos de nuestro ganado mayor y menor, que se traen a la Casa de nuestro Dios son para los sacerdotes que ejercen el ministerio en la casa de nuestro Dios -. Lo mejor de nuestras moliendas, de los frutos de todo ?rbol, del vino y del aceite, se lo traeremos a los sacerdotes, a los aposentos de la Casa de nuestro Dios; y el diezmo de nuestro suelo a los levitas, y ellos mismos cobrar?n el diezmo en todas las ciudades de nuestra labranza; un sacerdote, hijo de Aar?n, ir? con los levitas cuando ?stos cobren el diezmo; los levitas subir?n el diezmo del diezmo a la Casa de nuestro Dios a los aposentos de la casa del tesoro; pues a estos aposentos traen los israelitas y los levitas la ofrenda reservada de trigo, vino y aceite; all? se encuentran tambi?n los utensilios del santuario, de los sacerdotes que est?n de servicio y de los porteros y cantores. No abandonaremos m?s la Casa de nuestro Dios.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El cap?tulo comienza con una decisi?n que muestra la unidad y la unanimidad de la comunidad, decidida a comprometerse con el Se?or. Se trata de un "firme compromiso por escrito", en el sentido de un compromiso a ser "fieles" al Se?or. Lo que se marchit?, como hemos escuchado en el cap?tulo precedente, es efectivamente la fidelidad al amor de Dios, triste e inevitable consecuencia de la falta de escucha del Se?or tambi?n en los momentos dif?ciles. La comunidad de los creyentes, de la que todo disc?pulo se siente part?cipe, ayuda a reconstituir la relaci?n de amor que une al pueblo con Dios. Tambi?n la lista de los nombres que aparece en el texto indica un compromiso solemne que implica personalmente a los que son nombrados junto a todo el pueblo: "el resto del pueblo, los sacerdotes y los levitas, los porteros, los cantores, los donados y todos los separados de la gente del pa?s para seguir la Ley de Dios, .. se adhieren a sus hermanos y a los nobles y se comprometen por imprecaci?n y juramento". La fidelidad a Dios implica en este caso una separaci?n de todo lo que ha puesto en peligro la fe, en especial a trav?s de los matrimonios con mujeres extranjeras. Pero tambi?n se adquieren solemnemente otros compromisos, como la observancia del S?bado, el respeto de la ley del a?o sab?tico que ped?a dejar reposar la tierra y compartir sus bienes con los necesitados (cf. Dt 15), adem?s de la condonaci?n de las deudas y la preocupaci?n por el templo a trav?s de la donaci?n de una parte de los productos de la tierra y de las primicias. A pesar de que Nehem?as se dirige una comunidad en dificultad, el compromiso de reconstituir la relaci?n de amor con el Se?or comporta tambi?n una decisi?n de generosidad hacia quienes est?n en necesidad y una atenci?n especial por el templo, el lugar del encuentro con Dios. Para volver al Se?or, en todo tiempo y ante cualquier tipo de situaci?n, no basta con separarse de los que podr?an poner en discusi?n la propia fe, hay que tomar una decisi?n de amor, que tiene consecuencias concretas y que une, como siempre en la Biblia, a Dios con el pr?jimo. Aqu? encontramos la preocupaci?n de los textos legislativos, como los del Pentateuco, que, mientras invitan a la fidelidad a la alianza, no dejan de pedir atenci?n hacia los necesitados y cuidados para la casa del Se?or. La frase que cierra el cap?tulo: "No abandonaremos m?s el templo de nuestro Dios", es una invitaci?n a cada uno de nosotros para que se haga cargo de la casa de Dios, lugar del encuentro con ?l.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.