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Memoria de los ap?stoles
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Memoria de los ap?stoles

Recuerdo de san Mat?as, ap?stol. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los ap?stoles

Recuerdo de san Mat?as, ap?stol.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si morimos con ?l, viviremos con ?l,
si perseveramos con ?l, con ?l reinaremos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hechos de los Ap?stoles 1,15-17.20-26

Uno de aquellos d?as Pedro se puso en pie en medio de los hermanos - el n?mero de los reunidos era de unos ciento veinte - y les dijo: ?Hermanos, era preciso que se cumpliera la Escritura en la que el Esp?ritu Santo, por boca de David, hab?a hablado ya acerca de Judas, el que fue gu?a de los que prendieron a Jes?s. Porque ?l era uno de los nuestros y obtuvo un puesto en este ministerio. Pues en el libro de los Salmos est? escrito: Quede su majada desierta,
y no haya quien habite en ella.

Y tambi?n:
Que otro reciba su cargo. ?Conviene, pues, que de entre los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo que el Se?or Jes?s convivi? con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el d?a en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros de su resurrecci?n.? Presentaron a dos: a Jos?, llamado Barsab?s, por sobrenombre Justo, y a Mat?as. Entonces oraron as?: ?T?, Se?or, que conoces los corazones de todos, mu?stranos a cu?l de estos dos has elegido, para ocupar en el ministerio del apostolado el puesto del que Judas desert? para irse adonde le correspond?a.? Echaron suertes y la suerte cay? sobre Mat?as, que fue agregado al n?mero de los doce ap?stoles.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si morimos con ?l, viviremos con ?l,
si perseveramos con ?l, con ?l reinaremos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hoy hacemos memoria del ap?stol Mat?as. Fue elegido para recomponer el n?mero de doce, correspondiente a las doce tribus de Israel, es decir, a todo el pueblo elegido. En aquel n?mero hab?a un deseo de integridad, de universalidad de la salvaci?n. Aquella vocaci?n a la universalidad no se pod?a ni atenuar ni mucho menos eliminar. Era cierta ya al inicio, y hoy lo es a?n m?s. Para Jes?s, todos los hombres y todas las mujeres tienen derecho a recibir el anuncio de la salvaci?n. Y la Iglesia tiene la obligaci?n de comunicarlo, hasta los extremos de la tierra. Por eso hab?a que elegir al "doceavo" ap?stol: no hay ning?n pueblo, ninguna naci?n, ninguna persona que sean extra?os al amor de la Iglesia, a su preocupaci?n. Hay que comunicar el Evangelio a todos. El esp?ritu universal de Jes?s forma parte integrante de la fe cristiana. L?gicamente, no se trataba de elegir a una persona cualquiera. Establecieron r?pidamente el criterio de selecci?n: el elegido deb?a haber vivido con Jes?s, deb?a haberle escuchado, visto, tocado, seguido; en definitiva, deb?a ser un verdadero testigo. La tradici?n, de hecho, sit?a a Mat?as como uno de los setenta y dos disc?pulos de Jes?s. En el prefacio de la liturgia ambrosiana se canta: "Para que el n?mero de ap?stoles fuera completo dirigiste una singular mirada de amor a Mat?as, iniciado en el seguimiento y en los misterios de tu Cristo. Su voz se a?adi? a la de los otros once testimonios del Se?or y llev? al mundo el anuncio de que Jes?s de Nazaret hab?a realmente resucitado y de que se hab?a abierto para los hombres el reino del cielo". En Mat?as podemos descubrir el nombre de los disc?pulos de todos los tiempos. A todos aquellos a los que se les conf?a el cuidado de la comunidad se les pide que sean los primeros en vivir el Evangelio. De hecho, solo quien escucha y pone en pr?ctica la Palabra de Dios puede comunicarla a los dem?s. La elecci?n del doceavo nos sugiere a cada uno de nosotros que acojamos el Evangelio en nuestro coraz?n para ser testimonios fieles de Jes?s entre los hombres.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.