ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo

Salmo responsorial

Psaume 79 (80)

Pastor de Israel, escucha,
t? que gu?as a Jos? como un reba?o;
t? que est?s sentado entre querubes, resplandece

ante Efra?m, Benjam?n y Manas?s;
?despierta tu poder?o,
y ven en nuestro auxilio!

?Oh Dios, haznos volver,
y que brille tu rostro, para que seamos salvos!

?Hasta cu?ndo, oh Yahveh Dios Sebaot,
estar?s airado contra la plegaria de tu pueblo?

Les das a comer un pan de llanto
les haces beber l?grimas al triple;

habladur?a nos haces de nuestros convecinos,
y nuestros enemigos se burlan de nosotros.

?Oh Dios Sebaot, haznos volver,
y brille tu rostro, para que seamos salvos!

Una vi?a de Egipto arrancaste,
expulsaste naciones para plantarla a ella,

le preparaste el suelo,
y ech? ra?ces y llen? la tierra.

Su sombra cubr?a las monta?as,
sus p?mpanos los cedros de Dios; "

extend?a sus sarmientos hasta el mar,
hasta el R?o sus renuevos.

?Por qu? has hecho brecha en sus tapias,
para que todo el que pasa por el camino la vendimie,

el jabal? salvaje la devaste,
y la pele el ganado de los campos?

?Oh Dios Sebaot, vu?lvete ya,
desde los cielos mira y ve,
visita a esta vi?a,

cu?dala,
a ella, la que plant? tu diestra!

?Los que fuego le prendieron, cual basura,
a la amenaza de tu faz perezcan!

Est? tu mano sobre el hombre de tu diestra,
sobre el hijo de Ad?n que para ti fortaleciste.

Ya no volveremos a apartarnos de ti;
nos dar?s vida y tu nombre invocaremos."

?Oh Yahveh, Dios Sebaot, haznos volver,
y que brille tu rostro, para que seamos salvos!

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.