ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Liturgia del domingo

XXXIII del tiempo ordinario
Recuerdo de la dedicaci?n de las bas?licas romanas de San Pedro del Vaticano y de San Pablo Extramuros.
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo
Domingo 18 de noviembre

Salmo responsorial

Salmo 15 (16)

Gu?rdame, oh Dios, en ti est? mi refugio.

"Yo digo a Yahveh: ""T? eres mi Se?or.
mi bien, nada hay fuera de ti""; "

"ellos, en cambio, a los santos que hay en la tierra:
""?Magn?ficos, todo mi gozo en ellos!""."

Sus ?dolos abundan, tras ellos van corriendo.
Mas yo jam?s derramar? sus lib?menes de sangre,
jam?s tomar? sus nombres en mis labios.

Yahveh, la parte de mi herencia y de mi copa,
t? mi suerte aseguras;

la cuerda me asigna un recinto de delicias,
mi heredad es preciosa para m?.

Bendigo a Yahveh que me aconseja;
aun de noche mi conciencia me instruye;

pongo a Yahveh ante m? sin cesar;
porque ?l est? a mi diestra, no vacilo.

Por eso se me alegra el coraz?n, mis entra?as retozan,
y hasta mi carne en seguro descansa;

pues no has de abandonar mi alma al seol,
ni dejar?s a tu amigo ver la fosa.

Me ense?ar?s el camin? de la vida, hartura de goces, delante de tu rostro,
a tu derecha, delicias para siempre.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.