ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Liturgia del domingo

XXII del tiempo ordinario
Recuerdo del martirio de san Juan Bautista, precursor del Se?or.
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo

XXII del tiempo ordinario
Recuerdo del martirio de san Juan Bautista, precursor del Se?or.


Lectura del Evangelio

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ayer fui sepultado con Cristo,
hoy resucito contigo que has resucitado,
contigo he sido crucificado,
acu?rdate de m?, Se?or, en tu Reino.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 14,1.7-14

Y sucedi? que, habiendo ido en s?bado a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando. Notando c?mo los invitados eleg?an los primeros puestos, les dijo una par?bola: ?Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por ?l otro m?s distinguido que t?, y viniendo el que os convid? a ti y a ?l, te diga: "Deja el sitio a ?ste", y entonces vayas a ocupar avergonzado el ?ltimo puesto. Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el ?ltimo puesto, de manera que, cuando venga el que te convid?, te diga: "Amigo, sube m?s arriba." Y esto ser? un honor para ti delante de todos los que est?n contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, ser? humillado; y el que se humille, ser? ensalzado.? Dijo tambi?n al que le hab?a invitado: ?Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y ser?s dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensar? en la resurrecci?n de los justos.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ayer fui sepultado con Cristo,
hoy resucito contigo que has resucitado,
contigo he sido crucificado,
acu?rdate de m?, Se?or, en tu Reino.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.