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Fiesta de la Inmaculada
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Fiesta de la Inmaculada

Fiesta de la Inmaculada Concepci?n de Mar?a Leer más

Libretto DEL GIORNO
Fiesta de la Inmaculada

Homil?a

Mientras se acerca la Navidad, la liturgia viene a nuestro encuentro con esta fiesta en honor de la Madre de Jes?s. La Virgen Mar?a se convierte para nosotros en un ejemplo de c?mo vivir este tiempo de Adviento, de c?mo esperar al Se?or que est? a punto de nacer en medio de nosotros. El Evangelio de Lucas nos presenta a una joven de unos 14 a?os, de un peque?o lugar de Galilea, Nazaret, en la periferia extrema del Imperio romano. Era una joven como todas. En la fiesta de hoy recordamos el d?a en que Mar?a fue concebida por sus padres, Joaqu?n y Ana, sin pecado, es decir, sin la mancha de la culpa original. Es como decir que Mar?a ha sido preservada del drama de la lejan?a de Dios propia de Ad?n y Eva y de cada uno de nosotros. Es un misterio que la Iglesia celebra desde la antig?edad. Se llamaba la "Concepci?n de Mar?a". Cuando en 1854 P?o IX quiso proclamar este dogma le dio el nombre de "Inmaculada Concepci?n". ?Qu? quiere decir "Inmaculada Concepci?n"? Sin duda, Mar?a era una ni?a como todas las dem?s, pero desde un cierto punto de vista no lo era. En efecto, sobre ella se hab?a posado la mirada de Dios de una forma completamente especial, hasta el punto de hacerla libre del pecado original. Desde el inicio, desde la concepci?n, fue elegida para ser la madre de Jes?s: no pod?a estar herida por el pecado la que deb?a convertirse en madre del Hijo de Dios. Por eso, el nacimiento inmaculado no fue m?rito suyo sino una gracia. El Se?or prepar? en ella una morada digna de su Hijo. Haci?ndose casi eco del conocido argumento ontol?gico con el que demostraba la existencia de Dios, San Anselmo escribe: "Era justo que fuera adornada con una pureza superior, de la que no se pod?a concebir una mayor salvo la de Dios mismo, esta virgen a la que Dios Padre deb?a dar a su Hijo de una forma tan especial". El amor del Hijo ha protegido, por tanto, a la madre. A ella podemos aplicar las palabras de Dios en el Cantar de los Cantares: "?Toda hermosa eres, amor m?o, no hay defecto en ti!" (4,7). Es lo que le dice el ?ngel en la anunciaci?n: "Al?grate, llena de gracia, el Se?or est? contigo" (Lc 1,28).
Este misterio de Mar?a no es ajeno a la comunidad de creyentes. Como Dios pos? sobre ella su mirada en el momento de la concepci?n, as? la ha puesto tambi?n sobre nosotros, como advierte el ap?stol Pablo: "nos ha elegido en ?l antes de la fundaci?n del mundo, para ser santos e inmaculados" (Ef 1,4). Mar?a, y nosotros con ella, hemos sido elegidos por Dios antes incluso de la creaci?n. Y hemos sido elegidos para ser santos e inmaculados. No en vano el ap?stol dice: "nos ha elegido", y no "hemos elegido". Cada uno de nosotros ha sido pronunciado por Dios y hemos llegado a existir. Somos fruto del amor de Dios; su coraz?n nos piensa y nosotros venimos a la luz. Nuestros padres han entrado en este proceso de amor. Nuestro nombre comienza en el coraz?n de Dios y all? permanece para siempre. Por esto creemos que la vida es santa, desde el inicio y para siempre. El Se?or no olvida nunca nuestro nombre, y ?ay del que quiera eliminarlo! Todos est?n en el coraz?n de Dios.
En esta fiesta contemplamos cu?n grande es el amor del Se?or y las maravillas que llega a cumplir a trav?s nuestro si no traicionamos su predilecci?n. Mar?a, formada para convertirse en la madre de Jes?s, acept? plenamente esta vocaci?n. Y no era ni f?cil ni algo por descontado. Cuando el ?ngel le llev? el saludo de Dios, Mar?a se turb?. De hecho, no ten?a una gran consideraci?n de s?, al contrario de los sentimientos que generalmente habitan en nuestros corazones. Aqu? est? precisamente la esencia del pecado original: el orgullo y el sentido de autosuficiencia. De un coraz?n desligado de Dios es de donde se origina el mal en el mundo. Mar?a no se exalta ante el anuncio del ?ngel, al contrario, se turba, como advierte el evangelista. As? deber?a ocurrirnos a cada uno de nosotros cada vez que escuchamos el Evangelio. Si escuchamos el Evangelio con disponibilidad, tambi?n nosotros sentimos traspasado el coraz?n: esta es la turbaci?n. Pero el ?ngel la conforta: "No temas, Mar?a, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondr?s por nombre Jes?s" (v. 30-31). A decir verdad, este anuncio la conmociona a?n m?s; tambi?n porque todav?a no hab?a ido a vivir con Jos?. Pero el ?ngel a?ade: "El Esp?ritu Santo vendr? sobre ti y el poder del Alt?simo te cubrir? con su sombra" (v. 35). No se nos han dado a conocer los pensamientos de Mar?a en aquel momento. Podr?a decir "no", permanecer en su tranquilidad y seguir la vida de siempre. Si, por el contrario, responde "s?", toda su vida se transformar?a. A diferencia de nosotros, Mar?a no conf?a en sus fuerzas sino solo en la Palabra de Dios. Por esto dice: "He aqu? la esclava del Se?or: h?gase en m? seg?n tu Palabra" (v. 38). Ella, la primera amada por Dios, es tambi?n la primera en responder "s?" a la llamada. Mar?a est? ahora ante nosotros, ante los ojos de nuestro coraz?n, para que, contempl?ndola, podamos imitarla y recibir tambi?n nosotros el tierno abrazo del Hijo que nos llena el coraz?n y la vida.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.