ORACIÓN CADA DÍA

Domingo de la Santa Familia
Palabra de dios todos los dias

Domingo de la Santa Familia

Domingo de la Sagrada Familia
Recuerdo de san Juan, ap?stol y evangelista: "el disc?pulo a quien Jes?s quer?a" y que bajo la cruz tom? consigo a Mar?a como su madre.
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Libretto DEL GIORNO
Domingo de la Santa Familia

Cristo, nuestro salvador

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo, nuestro salvador,
?nico Hijo, nacido del Padre.
La Palabra se ha hecho carne
en el seno de la virgen Mar?a.

Eres nuestra eterna esperanza,
luz y resplandor del Padre,
y acoges la oraci?n
de tus pobres hijos en el mundo.

Este d?a cielo, tierra y mar,
juntos cantan al que te ha enviado,
y todo lo que contienen
exult? al ver tu nacimiento.

Y nosotros en este d?a
tu venida celebramos,
con tu sangre nos rescataste,
y cantamos por ello un himno nuevo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Intercesi?n dominical

Oremos al Se?or a la luz de su
resurrecci?n, con todos los santos,
que hoy y por los siglos lo han confesado resucitado.

Que nuestra oraci?n suba a ti, Se?or, como incienso,
y mis manos como la ofrenda de la tarde.

Oremos al Se?or en la comuni?n de su Esp?ritu,
con todos sus siervos, que en todo lugar han celebrado la
acci?n de gracias.

Que nuestra oraci?n suba a ti, Se?or, como incienso
y mis manos como la ofrenda de la tarde.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.