ORACIÓN CADA DÍA

Oraci?n por los enfermos
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oraci?n por los enfermos


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Tob?as 7,1-16

Cuando entraron en Ecb?tana dijo Tob?as: ?Hermano Azar?as, gu?ame en derechura a casa de Rag?el, nuestro hermano.? Le condujo, pues a casa de Rag?el y le encontraron sentado a la puerta del patio. Le saludaron ellos primero y ?l les contest?: ?Mucha dicha os deseo, hermanos, y en buena salud veng?is.? Los llev? a su casa y dijo a su mujer Edna: ??C?mo se parece este muchacho a mi hermano Tobit!? Edna les pregunt?: ??De d?nde sois, hermanos?? Respondieron: ?Somos de los hijos de Neftal?, de los deportados de N?nive.? Les dijo: ??Conoc?is a Tobit, nuestro hermano?? Ellos contestaron: ?S?, le conocemos.? - ??Est? bien?? - ?Vive y est? bien.? Y Tob?as a?adi?: ?Es mi padre.? Rag?el se puso en pie de un salto, le bes?, llor? y le dijo: ??Bendito seas, hijo! Tienes un padre honrado y bueno. ?Qu? gran desgracia, haberse quedado ciego un hombre tan justo y tan limosnero!? Y ech?ndose al cuello de su hermano Tob?as, rompi? a llorar. Tambi?n llor? su mujer Edna y su hija Sarra. Mat? luego un carnero del reba?o y los acogi? con toda cordialidad. Despu?s de lavarse y ba?arse, se pusieron a comer. Tob?as dijo entonces a Rafael: ?Hermano Azar?as, di a Rag?el que me d? por mujer a mi hermana Sarra.? Al o?r Rag?el estas palabras dijo al joven: ?Come, bebe y disfruta esta noche, porque ning?n hombre hay, fuera de ti, que tenga derecho a tomar a mi hija Sarra, de modo que ni yo mismo estoy facultado para darla a otro, si no es a ti, que eres mi pariente m?s pr?ximo. Pero voy a hablarte con franqueza, muchacho. Ya la he dado a siete maridos, de nuestros hermanos, y todos murieron la misma noche que entraron donde ella. As? que, muchacho, ahora come y bebe y el Se?or os dar? su gracia y su paz.? Pero Tob?as replic?: ?No comer? ni beber? hasta que no hayas tomado una decisi?n acerca de lo que te he pedido.? Rag?el le dijo: ??Est? bien! A ti se te debe dar, seg?n la sentencia del libro de Mois?s, y el Cielo decreta que te sea dada. Recibe a tu hermana. A partir de ahora, t? eres su hermano y ella es tu hermana. Tuya es desde hoy por siempre. Que el Se?or del Cielo os gu?e a buen fin esta noche, hijo, y os d? su gracia y su paz.? Llam? Rag?el a su hija Sarra, y cuando ella se present?, la tom? de la mano y se la entreg? a Tob?as, diciendo: ?Rec?bela, pues se te da por mujer, seg?n la ley y la sentencia escrita en el libro de Mois?s. T?mala y ll?vala con bien a la casa de tu padre. Y que el Dios del Cielo os gu?e en paz por el buen camino.? Llam? luego a la madre, mand? traer una hoja de papiro y escribi? el contrato matrimonial, con lo cual se la entreg? por mujer, conforme a la sentencia de la ley de Mois?s. Y acabado esto, empezaron a comer y beber. Rag?el llam? a su mujer Edna y le dijo: ?Hermana, prepara la otra habitaci?n y lleva all? a Sarra.? Ella fue y prepar? un lecho en la habitaci?n, tal como se lo hab?a ordenado, y llev? all? a Sarra. Llor? ella y luego, sec?ndose las l?grimas, le dijo: ?Ten confianza, hija: que el Se?or del Cielo te d? alegr?a en vez de esta tristeza. Ten confianza, hija.? Y sali?.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cuando Tob?as y Azar?as llegaron a Ecb?tana fueron acogidos con gran hospitalidad por Rag?el y Edna. El autor parece evocar la acogida que Jos? hizo a sus hermanos (Gn 43, 27-28) al preguntar si el padre todav?a viv?a. Conmueve el llanto de Rag?el cuando descubre que Tob?as es hijo de Tobit, su pariente. En este momento Tob?as toma la iniciativa para decidir sobre su matrimonio. Para pedir como esposa a Sarra se sirve sin embargo de Azar?as, como para subrayar la necesidad que cada uno de nosotros tiene de un amigo con autoridad cuando se trata de las decisiones de la vida. El padre de Sarra, Rag?el, no esconde a Tob?as los problemas que ha tenido la hija en relaci?n al matrimonio. Sin embargo est? convencido de que, seg?n la ley de Mois?s, Sarra debe entregarse como mujer a Tob?as. Pero se deja guiar por su instinto de fe y dice: "el Se?or os dar? su gracia y su paz". Es una frase que recuerda lo que Abraham respondi? al hijo Isaac (cf. Gn 22, 8) cuando le pregunt?, asombrado, d?nde estaba la v?ctima para el sacrificio. No se trata de una resignaci?n a la suerte, sino de una mirada de fe que ve la misericordia y la fuerza del Se?or que acompa?a a sus hijos. En efecto, Rag?el es un creyente y, a pesar de los graves problemas de familia, conf?a en que Dios proveer? tambi?n para aquellos dos j?venes que hab?an decidido casarse. Obviamente, tambi?n se pide la participaci?n responsable de los creyentes para que el Se?or no supla ni a la resignaci?n ni a la falta de responsabilidad de los hombres. El matrimonio se celebra en el marco de un banquete: Rag?el conf?a su hija a Tob?as y dirige a los esposos una f?rmula en la que se recuerda la ley de Mois?s e invoca sobre ellos la bendici?n divina. Al entregar la hija al esposo, Rag?el dice: "A partir de ahora, t? eres su hermano y ella es tu hermana". La fe no elimina la relaci?n entre marido y mujer, pero al mismo tiempo la supera, permite ir m?s all? de las "jerarqu?as" internas a la relaci?n para comprenderse dentro de la ?nica fraternidad que une a los hijos del ?nico Padre. Rag?el redacta el contrato matrimonial con las cl?usulas previstas (cf. 8, 21; 10, 10). La escena se cierra con el llanto de Edna por la pr?xima marcha, pero al mismo tiempo conf?a en Dios que no abandonar? a su hija.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.