ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de Santa Escol?stica (ca. 480 - ca. 547), hermana de San Benito. Con ella recordamos a las ermita?as, las monjas y las mujeres que siguen al Se?or.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de Santa Escol?stica (ca. 480 - ca. 547), hermana de San Benito. Con ella recordamos a las ermita?as, las monjas y las mujeres que siguen al Se?or.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Tob?as 13,1-14,1

Y dijo:
?Bendito sea Dios, que vive eternamente,
y bendito sea su reinado! Porque ?l es quien castiga
y tiene compasi?n;
el que hace descender hasta el m?s profundo Hades de
la tierra
y el que hace subir de la gran Perdici?n,
sin que haya nada que escape de su mano. Confesadle, hijos de Israel,
ante todas las gentes,
porque ?l os dispers? entre ellas y aqu? os ha mostrado su grandeza.
Exaltadle ante todos los vivientes,
porque ?l es nuestro Dios y Se?or,
nuestro Padre por todos los siglos. Os ha castigado por vuestras injusticias,
mas tiene compasi?n de todos vosotros
y os juntar? de nuevo de entre todas las gentes
en que os ha dispersado. Si os volv?is a ?l
de todo coraz?n y con toda el alma,
para obrar en verdad en su presencia,
se volver? a vosotros sin esconder su faz.
Mirad lo que ha hecho con vosotros
y confesadle en alta voz.
Bendecid al Se?or de justicia
y exaltad al Rey de los siglos.
Yo le confieso en el pa?s del destiero,
y publico su fuerza y su grandeza
a gentes pecadoras.
?Volved, pecadores!
Practicad la justica en su presencia.
?Qui?n sabe si os amar?
y os tendr? misericordia! Yo exalto a mi Dios
y mi alma se alegra
en el Rey del Cielo.
Su grandeza sea de todos celebrada
y confi?senle todos en Jerusal?n. ?Jerusal?n, ciudad santa!
Dios te castig? por las obras de tus hijos,
mas tendr? otra vez piedad
de los hijos de los justos. Confiesa al Se?or cumplidamente
y alaba al Rey de los siglos
para que de nuevo levante
en ti, con regocijo, su Tienda,
y llene en ti de gozo a todos los cautivos
y muestre en ti su amor a todo miserable
por todos los siglos de los siglos. Brillar? luz de l?mparas
por todos los confines de la tierra.
Vendr?n a ti de lejos pueblos numerosos,
y los habitantes del conf?n del mundo,
al Nombre del Se?or, tu Dios,
llevando en sus manos los obsequios
para el Rey del Cielo.
Todas las generaciones
dar?n en ti se?ales de alegr?a,
y el Nombre del Elegido
durar? por siempre. ?Malditos cuantos digan palabras crueles!
?Malditos sean cuantos te destruyan!
?Cuantos derriben tus muros
echen tus torres por tierra
y pasen a fuego tus moradas!
?Mas sean benditos por siempre
los que te construyan! Entonces exultar?s, te alegrar?s
por los hijos de los justos,
pues ser?n reunidos todos
y bendecir?n al Se?or de los siglos. ?Dichosos los que te amen!
?Dichosos los que se alegren en tu paz!
?Dichosos cuantos hombres
tuvieron tristeza en todos tus castigos,
pues se alegrar?n en ti
y ver?n por siempre toda tu alegr?a! Bendice, alma m?a, al Se?or y gran Rey, que Jerusal?n va a ser reconstruida
y en la ciudad su Casa para siempre.
Ser? feliz
si alguno quedare de mi raza
para ver tu Gloria
y confesar al Rey del Cielo.
Las puertas de Jerusal?n ser?n rehechas
con zafiros y esmeraldas,
y de piedras preciosas sus murallas.
Las torres de Jerusal?n ser?n alzadas
con oro, y con oro puro sus defensas. Las plazas de Jerusal?n ser?n soladas
con rub? y piedra de Ofir;
las puertas de Jerusal?n
entonar?n cantos de alegr?a
y todas sus casas cantar?n:
?Aleluya! ?Bendito sea
el Dios de Israel!
Y los benditos
bendecir?n el Santo Nombre
por todos los siglos de los siglos. Aqu? acabaron las palabras de acci?n de gracias de Tobit. Tobit muri? en paz a la edad de 112 a?os y recibi? honrosa sepultura en N?nive.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Es la ?ltima oraci?n (la quinta) presente en este peque?o libro. Tobit no se detiene s?lo en bendecir a Dios, como hace todo buen jud?o, para subrayar que todo lo ha recibido de ?l y de su misericordia. El viejo padre, que est? en el exilio, sabe que quiz? no volver? a ver m?s Jerusal?n. Pero all? se dirige su coraz?n. Por esto pasa de su experiencia personal a una relectura de la historia de su pueblo. Y fija la mirada en Jerusal?n, "ciudad [de] su Casa para siempre" (v. 16), concretizaci?n del sue?o de aquel "vivir juntos" alrededor del Se?or que constituye la esperanza del pueblo de Israel. Podr?amos decir que es el sue?o de todo creyente, es m?s, de todo hombre: ?c?mo no desear que en lugar de la ciudad de Ca?n (cf. Gn 4,17) se establezca una ciudad de paz? Tambi?n para el cristiano -como muestra el Apocalipsis- la Jerusal?n celeste incluye todo anhelo y vivifica toda esperanza. La ciudad del hombre es siempre fr?gil y d?bil, pero no hay "nada que escape de su mano [del Se?or]" (v. 2), "que hace descender ? y subir". Tobit ha experimentado la debilidad y la precariedad, ha sentido el ardor de la debilidad y de la adversidad, pero ha elevado los ojos a Dios y ha descubierto que "?l es nuestro Dios y Se?or, nuestro Padre por todos los siglos" (v. 4). Y, despu?s de haberlo descubierto personalmente, puede anunciar a sus hermanos en la fe (pero no s?lo) que si nos confiamos al Se?or en los momentos de oscuridad, experimentamos su misericordia. Lo que Tobit ha vivido para s? es v?lido tambi?n para Jerusal?n: "Dios te castig? ?mas tendr? otra vez piedad? el Rey de los siglos ? de nuevo levantar? en ti, con regocijo, su Tienda" (vv. 9-10). La esperanza en el Se?or no est? mal respondida, en efecto, ?l quiere la alegr?a de sus hijos. Jerusal?n se convertir? en "luz de l?mparas por todos los confines de la tierra" (v. 11). Desde Jerusal?n vendr? la salvaci?n para todos los pueblos: "Vendr?n a ti de lejos pueblos numerosos y los habitantes del conf?n del mundo al Nombre del Se?or, tu Dios" (v. 11). Es la visi?n de la universalidad de la salvaci?n que los profetas han manifestado y que todo creyente debe hacer suya. En el coraz?n de todo creyente debe estar la visi?n de la salvaci?n de todos los pueblos, y en esta perspectiva debe actuar. Por esto hay que condenar toda violencia: "?Malditos cuantos digan palabras crueles! ? ?Cuantos derriben tus muros, echen tus torres por tierra y pasen a fuego tus moradas!" (v. 12). En toda ciudad se esconde Jerusal?n, a quien el autor personifica en una mujer. La exhorta a levantarse y a gozar por todos sus hijos. En una visi?n prof?tica, Tobit bendice al "gran Rey" que vuelve y entra en la Jerusal?n reconstruida. Es la visi?n que Tobit nos conf?a tambi?n a nosotros, al inicio de este nuevo milenio, para que nos comprometamos a no encerrarnos en nosotros mismos sino a so?ar con la familia de los pueblos reunida alrededor del Se?or, en la paz.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.