ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo

Primera Lectura

G?nesis 15,5-12.17-18

Y sac?ndole afuera, le dijo: "Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas." Y le dijo: "As? ser? tu descendencia." Y crey? ?l en Yahveh, el cual se lo reput? por justicia. Y le dijo: "Yo soy Yahveh que te saqu? de Ur de los caldeos, para darte esta tierra en propiedad." El dijo: "Mi Se?or, Yahveh, ?en qu? conocer? que ha de ser m?a?" D?jole: "Tr?eme una novilla de tres a?os, una cabra de tres a?os, un carnero de tres a?os, una t?rtola y un pich?n." Tom? ?l todas estas cosas, y parti?ndolas por medio, puso cada mitad enfrente de la otra. Los p?jaros no los parti?. Las aves rapaces bajaron sobre los cad?veres, pero Abram las espant?. Y sucedi? que estando ya el sol para ponerse, cay? sobre Abram un sopor, y de pronto le invadi? un gran sobresalto. Y, puesto ya el sol, surgi? en medio de densas tinieblas un horno humeante y una antorcha de fuego que pas? por entre aquellos animales partidos. Aquel d?a firm? Yahveh una alianza con Abram, diciendo: "A tu descendencia he dado esta tierra, desde el ri? de Egipto hasta el R?o Grande, el r?o Eufrates:

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.