ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Se?or
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Se?or


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Esp?ritu del Se?or est? sobre ti,
el que nacer? de ti ser? santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hechos de los Ap?stoles 5,12-16

Por mano de los ap?stoles se realizaban muchas se?ales y prodigios en el pueblo... Y sol?an estar todos con un mismo esp?ritu en el p?rtico de Salom?n, pero nadie de los otros se atrev?a a juntarse a ellos, aunque el pueblo hablaba de ellos con elogio. Los creyentes cada vez en mayor n?mero se adher?an al Se?or, una multitud de hombres y mujeres. ... hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos. Tambi?n acud?a la multitud de las ciudades vecinas a Jerusal?n trayendo enfermos y atormentados por esp?ritus inmundos; y todos eran curados.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aqu? Se?or, a tus siervos:
h?gase en nosotros seg?n tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El p?rtico de Salom?n era el lugar donde Jes?s sol?a pararse para ense?ar. Todos los ap?stoles "se reun?an" precisamente en aquel lugar, como si quisieran continuar tambi?n f?sicamente lo que su Maestro hab?a hecho. All?, de hecho, empezaron a hablar de Jes?s y de sus ense?anzas y mostraban su misma fuerza y su misma misericordia. El autor apunta distintas actitudes de la gente: algunos temen unirse a ellos, mientras que "el pueblo hablaba de ellos con elogio". En este comentario se percibe la complejidad de la situaci?n de la comunidad cristiana en el mundo. Por una parte la vida de los creyentes siempre va m?s all? de las costumbres habituales de la gente. A ese respecto nunca hay relajaci?n. Los cristianos nunca son totalmente "contempor?neos" de su generaci?n; la esperanza del cambio los proyecta siempre m?s all? del presente. Por otra parte, no obstante, su vida no puede dejar de suscitar admiraci?n e incluso atracci?n por su belleza. De hecho, la comunidad cristiana claramente no tiende a vivir para s? misma -si es fiel al Evangelio, claro- sino para hacer mejor la vida de todo el mundo desde ahora y para crear un futuro de paz para todos. Y todo ello no con palabras, sino con hechos, es decir, con aquellos signos que los habitantes de Jerusal?n ve?an con sus ojos: "por mano de los ap?stoles se realizaban muchos signos y prodigios en el pueblo". Los Hechos describen sint?ticamente una escena com?n a las que leemos en los Evangelios: muchas personas acuden al p?rtico, y los ap?stoles llevan la curaci?n por donde pasan: muchos "sacaban a los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sobra cubriese a alguno de ellos". Ser cubierto por la sombra de Pedro significaba ser como envuelto y custodiado por el amor y por la misericordia del mismo Dios. No es s?lo un privilegio de Pedro: es lo que cada comunidad cristiana est? llamada a hacer tambi?n hoy. Los pobres, los enfermos y todos aquellos que todav?a hoy sufren por la can?cula del desierto de amor que caracteriza nuestras ciudades esperan que alguien les cubra con la sombra de la misericordia. Entonces encontrar?n alivio y fuerza para levantarse de nuevo y reanudar el camino de la vida. Y el autor no deja de resaltar que incluso personas de ciudades pr?ximas a Jerusal?n acuden para recibir curaci?n. Por primera vez el horizonte geogr?fico de la acci?n de la comunidad va m?s all? de Jerusal?n. Se podr?a decir que est? escrito en los cromosomas de la misma comunidad cristiana ir m?s all?, incluso geogr?ficamente, de la puerta y de los l?mites que suelen establecer los hombres. El amor siempre est? m?s all?.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.