ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Judit 8,28-36

Oz?as respondi?: ?En todo cuanto has dicho, has hablado con recto juicio y nadie podr? oponerse a tus razones, ya que no has empezado hoy a dar muestras de tu sabidur?a, sino que de antiguo conoce todo el pueblo tu inteligencia y la bondad de los pensamientos que forma tu coraz?n. Pero el pueblo padec?a gran sed y nos obligaron a pronunciar aquellas palabras, y a comprometernos con un juramento que no podemos violar. Ahora, pues, t? que eres una mujer piadosa, pide por nosotros al Se?or que env?e lluvia para llenar nuestras cisternas, y as? no nos veamos acabados.? Respondi? Judit: ?Escuchadme. Voy a hacer algo que se transmitir? de generaci?n en generaci?n entre los hijos de nuestra raza. Estad esta noche a la puerta de la ciudad. Yo saldr? con mi sierva y antes del plazo que os hab?is fijado para entregar la ciudad a nuestros enemigos, visitar? el Se?or a Israel por mi mano. No intent?is averiguar lo que quiero hacer, pues no lo dir? hasta no haberlo cumplido.? Oz?as y los jefes le dijeron: ?Vete en paz y que el Se?or Dios te preceda para tomar venganza de nuestros enemigos.? Y dejando el aposento, regresaron a sus puestos.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Con su palabra a los jefes Judit no s?lo les reprocha que hayan tentado a Dios, sino que les conquista a una visi?n religiosa de la situaci?n que est?n viviendo. Los dos ancianos s?lo logran decirle: "T? que eres una mujer piadosa, pide por nosotros al Se?or que env?e lluvia" (8, 31). Dominados por el miedo y por el af?n de lo que est? sucediendo, ya no esperan la salvaci?n y ni siquiera son capaces de rezar. En efecto, oraci?n y esperanza van de la mano. Judit, en los d?as de asedio ya hab?a rezado pidiendo la salvaci?n y lo hizo con la disponibilidad de participar en ella. Intuy? que hay una v?a de salida, pero no a trav?s de la fuerza. Es la v?a que elige la debilidad para confundir a los fuertes y a los poderosos de este mundo. As? pas? con David, que derrot? a Goliat. Y en el Nuevo Testamento el ap?stol Pablo escribir? a los Corintios: "?Mirad, hermanos, qui?nes hab?is sido llamados! No hay muchos sabios seg?n la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios m?s bien a los locos del mundo para confundir a los sabios. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para que ning?n mortal se glor?e en la presencia de Dios. De ?l os viene que est?is en Cristo Jes?s, al cual hizo Dios para nosotros sabidur?a de Dios, justicia, santificaci?n y redenci?n?" (1 Co 1, 26-28). "?Mire cada cual c?mo construye! Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo. Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada cual quedar? al descubierto; la manifestar? el D?a, que aparecer? con fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probar? el fuego" (3, 10-13). Judit es consciente del poder que nace de la fe en Dios y dice a aquellos ancianos: "Antes del plazo que os hab?is fijado para entregar la ciudad a nuestros enemigos, vendr? el Se?or en defensa de Israel" (Jdt 8, 33). Y les pide que conf?en. La confianza en Dios se cruza con la de sus representantes: "No intent?is averiguar lo que quiero hacer, pues no lo dir? hasta no haberlo cumplido" (8, 34). La novedad absoluta del evento quiere indicar que la acci?n de Dios es imprevisible, y que dista mucho de las habituales l?gicas humanas. ?C?mo pueden pensar en derrotar a aquel enorme ej?rcito? Pues bien, contra aquel ej?rcito invencible a ojos de los hombres se aventura una mujer, y adem?s, sola. Ella es sabia porque es d?cil a Dios. Y tambi?n es luminosa de sobrehumana hermosura porque se refleja en ella la fe en el Se?or.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.