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Memoria de los pobres
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Memoria de los pobres

Memoria de Maria, enferma ps?quica que muri? en Roma. Con ella, recordamos a todos los enfermos ps?quicos
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres

Memoria de Maria, enferma ps?quica que muri? en Roma. Con ella, recordamos a todos los enfermos ps?quicos


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Judit 12,1-20

Mand? luego que la introdujeran donde ten?a su vajilla y orden? que le sirvieran de sus propios manjares y le dieran a beber de su propio vino. Pero Judit dijo: ?No debo comer esto, para que no me sea ocasi?n de falta. Se me dar? de las provisiones que traje conmigo.? Holofernes le dijo: ?Cuando se te acaben las cosas que tienes, ?de d?nde podremos traerte otras iguales? Porque no hay nadie de los tuyos con nosotros.? Respondi? Judit: ?Por tu vida, mi se?or; que, antes que tu sierva haya consumido lo que traje, cumplir? el Se?or, por mi mano, sus designios.? Los siervos de Holofernes la condujeron a la tienda, y ella durmi? hasta media noche. Al acercarse la vigilia de la aurora, se levant?, y envi? a decir a Holofernes: ?Ordene mi se?or que se d? a tu sierva permiso para salir a orar.? Holofernes orden? a su escolta que no se lo impidieran. Judit permaneci? tres d?as en el campamento. Cada noche se dirig?a hacia el barranco de Betulia y se lavaba en la fuente donde estaba el puesto de guardia. A su regreso, suplicaba al Se?or, Dios de Israel, que diese buen fin a sus proyectos para exaltaci?n de los hijos de su pueblo. Y, ya purificada, entraba en la tienda y all? permanec?a hasta que le tra?an su comida de la tarde. Al cuarto d?a, dio Holofernes un banquete exclusivamente para sus oficiales; no invit? a ninguno de los encargados de los servicios. Dijo, pues, a Bagoas, el eunuco que ten?a al frente de sus negocios: ?Trata de persuadir a esa mujer hebrea que tienes contigo, que venga a comer y beber con nosotros. Ser?a una verg?enza para nosotros que dej?ramos marchar a tal mujer sin habernos entretenido con ella. Si no somos capaces de atraerla, luego har? burla de nosotros.? Sali? Bagoas de la presencia de Holofernes, entr? en la tienda de Judit y dijo: ?Que esta bella esclava no se niegue a venir donde mi se?or, para ser honrada en su presencia, para beber vino alegremente con nosotros y ser, en esta ocasi?n, como una de las hijas de los asirios que viven en el palacio de Nabucodonosor.? Judit le respondi?: ??Qui?n soy yo para oponerme a mi se?or? Har? prontamente todo cuanto le agrade y ello ser? para m? motivo de gozo mientras viva.? Despu?s se levant? y se engalan? con sus vestidos y todos sus ornatos femeninos. Se adelant? su sierva para extender en tierra, frente a Holofernes, los tapices que hab?a recibido de Bagoas para el uso cotidiano, con el fin de que pudiera tomar la comida reclinada sobre ellos. Entrando luego Judit, se reclin?. El coraz?n de Holofernes qued? arrebatado por ella, su alma qued? turbada y experiment? un violento deseo de unirse a ella, pues desde el d?a que la vio, andaba buscando ocasi?n de seducirla. D?jole Holofernes: ??Bebe, pues, y comparte la alegr?a con nosotros!? Judit respondi?: ?Beber? se?or; pues nunca, desde el d?a en que nac?, nunca estim? en tanto mi vida como ahora.? Y comi? y bebi?, frente a ?l, sirvi?ndose de las provisiones que su sierva hab?a preparado. Holofernes, que se hallaba bajo el influjo de su encanto, bebi? vino tan copiosamente como jam?s hab?a bebido en todos los d?as de su vida.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Judit es admitida en la tienda de Holofernes y vive con el jefe de los ej?rcitos, en un ambiente separado, durante tres d?as seguidos. Se encuentran uno frente al otro el representante de Dios y el siervo in?til del pr?ncipe del mal. Ante los ojos de los hombres el poder parece firme en manos de Holofernes. Judit parece haberse convertido en su sierva: vive en la misma tienda que Holofernes, que quiere que ella sea su comensal. Parece que Judit est? ya en manos del general. S?lo un vers?culo (13, 16), hacia el final de la narraci?n, indica que Holofernes no tuvo tiempo de poseerla. Sin embargo, todo parece apuntar hacia ese extremo. Pero est? tan seguro de su poder que permite que Judit coma sus alimentos puros hasta que terminen. En la respuesta de Judit se ve la fuerza de su fe: "Por tu vida, mi se?or, que, antes que tu sierva haya consumido lo que traje, cumplir? el Se?or, por mi mano, sus designios" (12, 4). Holofernes, seguro de s? mismo, no comprende las palabras de aquella mujer. Le permite a Judit hacer todo cuanto pide. Para Holofernes la fidelidad de Judit a su Dios es algo secundario, por lo que no tiene sentido ni eficacia. Piensa que el escr?pulo de comer s?lo alimentos puros y su fidelidad a la oraci?n son pr?cticas rituales que desaparecer?n solas con el tiempo. En realidad, la fidelidad a los gestos comunes salva a Judit de alejarse de Dios. S?, existe una fidelidad a los gestos y a los signos comunes que muestra y edifica al mismo tiempo la comuni?n entre los creyentes. El propio Jes?s dir? a los disc?pulos: "haced esto en memoria m?a", tras haber celebrado la Santa Cena con los disc?pulos. Holofernes espera que llegue el momento para unirse a Judit. Ya han pasado tres d?as: estaba a punto de terminar el tiempo que Oz?as hab?a pedido para que interviniera Dios. Al cuarto d?a Holofernes ofrece una cena en honor de Judit. Dice a sus amigos: "Ser?a una verg?enza para nosotros que dej?ramos marchar a tal mujer sin habernos entretenido con ella" (12, 12). El autor sacro parece regocijarse al describir la preparaci?n del banquete: Judit se pone sus mejores vestidos, la sierva extiende por el suelo los tapices para que Judit pueda echarse delante de Holofernes y comer con ?l. Para Judit es un momento dif?cil, pero sabe que el Se?or no la abandona. Su preocupaci?n es ?nicamente la salvaci?n de Israel y ella en cierto modo lo representa totalmente. La batalla no es s?lo entre ella y Holofernes, sino entre el pueblo de Dios y el pr?ncipe del mal con sus seguidores. Judit no se deja seducir. Y adopta un lenguaje que Holofernes puede malinterpretar. "Beber?, Se?or, pues desde el d?a en que nac?, nunca estim? en tanto mi vida como ahora" (12, 18). Para Holofernes son palabras de cesi?n, mientras que para Judit manifiestan la victoria contra el mal que se est? acercando. Y justo cuando Holofernes cree haber obtenido su objetivo, Dios manifiesta su potencia y desmonta las maquinaciones del poder. El banquete, que para Holofernes es el indicio de su victoria, termina por ser el inicio de su derrota. Confiado en la conquista, Holofernes se abandona a la embriaguez para celebrar su victoria, pero el aturdimiento del orgullo lo lleva a la muerte inminente.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.