ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo

Primera Lectura

Isa?as 35,1-6.8.10

Que el desierto y el sequedal se alegren,
regoc?jese la estepa y la florezca como flor; estalle en flor y se regocije
hasta lanzar gritos de j?bilo.
La gloria del L?bano le ha sido dada,
el esplendor del Carmelo y del Sar?n.
Se ver? la gloria de Yahveh,
el esplendor de nuestro Dios. Fortaleced las manos d?biles,
afianzad las rodillas vacilantes. Decid a los de coraz?n intranquilo:
?Animo, no tem?is!
Mirad que vuestro Dios
viene vengador;
es la recompensa de Dios,
?l vendr? y os salvar?. Entonces se despegar?n los ojos de los ciegos,
y las orejas de los sordos se abrir?n. Entonces saltar? el cojo como ciervo,
y la lengua del mudo lanzar? gritos de j?bilo.
Pues ser?n alumbradas en el desierto aguas,
y torrentes en la estepa, Habr? all? una senda y un camino,
v?a sacra se la llamar?;
no pasar? el impuro por ella,
ni los necios por ella vagar?n. Los redimidos de Yahveh volver?n,
entrar?n en Si?n entre aclamaciones,
y habr? alegr?a eterna sobre sus cabezas.
?Regocijo y alegr?a les acompa?ar?n!
?Adi?s, penar y suspiros!

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.