ORACIÓN CADA DÍA

Oraci?n por los enfermos
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oraci?n por los enfermos


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 1,29-34

Al d?a siguiente ve a Jes?s venir hacia ?l y dice: ?He ah? el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es por quien yo dije: Detr?s de m? viene un hombre,
que se ha puesto delante de m?,
porque exist?a antes que yo. Y yo no le conoc?a, pero he venido a bautizar en agua para que ?l sea manifestado a Israel.? Y Juan dio testimonio diciendo: ?He visto al Esp?ritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre ?l. Y yo no le conoc?a pero el que me envi? a bautizar con agua, me dijo: "Aquel sobre quien veas que baja el Esp?ritu y se queda sobre ?l, ?se es el que bautiza con Esp?ritu Santo." Y yo le he visto y doy testimonio de que ?ste es el Elegido de Dios.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Evangelio contin?a acompa?ando nuestros pasos siguiendo la huella de los de Jes?s. Ya no es un ni?o, en este momento se encuentra al comienzo de su acci?n pastoral p?blica. El evangelista Juan abre este nuevo per?odo de la vida de Jes?s con la narraci?n del bautismo. El Bautista, al ver a Jes?s que viene hacia ?l, siente como un sobresalto en su coraz?n. Lo reconoce, es el Mes?as. Aunque no lo hab?a conocido antes -a pesar de estarle preparando el camino con su palabra y el bautismo de penitencia-, intuye que est? delante suyo. Hab?a esperado encontrarle, y el momento ha llegado. As? ocurri? tambi?n para el anciano Sime?n, del que nos habl? Lucas hace unos d?as. En realidad -y en este pasaje del Evangelio aparece de forma mucho m?s clara- es Jes?s quien va al encuentro del Bautista, al igual que viene al encuentro de cada uno de nosotros. Juan declara: "Yo no le conoc?a". La afirmaci?n podr?a parecer poco cre?ble, ya que son presentados en los Evangelios como parientes y coet?neos. En cualquier caso Juan no conoc?a el verdadero rostro de Jes?s, el del Mes?as salvador. Ahora, tras haber cumplido su camino interior con la pr?ctica de la penitencia y de la escucha, lo reconoce y da testimonio de ?l: "He ah? el cordero de Dios". Es la experiencia religiosa de todo creyente: hay un momento en la vida de cada uno, ya sea peque?o o grande, en el que ese Se?or que no se conoc?a es conocido y amado. Ese momento en el que se abren los ojos, sin embargo, es el resultado de realizar un camino interior, hecho por una parte de lucha contra el propio orgullo y la propia autosuficiencia, y por otra de escucha de la Escritura, de oraci?n comunitaria y personal, de pr?ctica del amor hacia los pobres, y de la ayuda de un hermano o hermana que con autoridad nos dan testimonio de la paternidad del Se?or. Quien persevera en este camino en busca del Se?or alcanzar? el momento en el que los ojos del coraz?n se le abran, y reconocer? a Jes?s como el Se?or de su vida. Y como el Bautista, tambi?n ?l dar? testimonio de Jes?s ante los hombres.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.