ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de san Policarpo, disc?pulo del ap?stol Juan, obispo y m?rtir (+ 155). Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de san Policarpo, disc?pulo del ap?stol Juan, obispo y m?rtir (+ 155).


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 9,38-40

Juan le dijo: ?Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de imped?rselo porque no ven?a con nosotros.? Pero Jes?s dijo: ?No se lo impid?is, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de m?. Pues el que no est? contra nosotros, est? por nosotros.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Al referir el episodio del sanador "ajeno" al grupo, Marcos se vincula a una tradici?n ?nica en su g?nero: Jes?s aparece claramente como un maestro absolutamente abierto y dispuesto a acoger el bien cualquiera que sea su origen. No solo no se encierra en el interior de su grupo sino que exige a los suyos que no sigan un esp?ritu sectario. Quienquiera que haga el bien es aceptado por Dios, porque Dios est? en el origen de toda cosa buena y justa. Las palabras que dice a los disc?pulos: "El que no est? contra nosotros, est? por nosotros", son un tesoro de sabidur?a y una gran ayuda para que cada disc?pulo abra su coraz?n a los dem?s como lo abr?a el Se?or. Esta p?gina evang?lica suena especialmente actual en nuestro mundo contempor?neo, mientras se asiste al resurgir de muros y barreras ?tnicas que oponen un grupo a otro. El Evangelio ayuda a comprender y a reconocer lo hermoso y lo bueno que hay en el mundo y en el coraz?n de los hombres, y los disc?pulos deben apreciarlo. Quien obra con caridad es acogido por el Se?or, como se afirma tambi?n en el pasaje evang?lico de Mateo 25 a prop?sito del juicio universal. Jes?s vincula la salvaci?n incluso al ofrecimiento de tan solo un vaso de agua al que tiene sed. Viene a decir que la caridad es el camino de la salvaci?n para todos, incluso para el que no cree. El ap?stol Pablo se coloca en la misma l?nea cuando escribe: "Al fin y al cabo... Cristo es anunciado, y esto me alegra" (Flp 1, 18). Esta apertura y esta disponibilidad no significan en absoluto malvender el cristianismo y confirmar una actitud de indiferencia. La Palabra de Dios es exigente con todos y pide a todos la conversi?n, pero tambi?n comprende profundamente el bien que puede brotar de cada hombre.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.