ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendr?n
un solo reba?o y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 9,41-50

?Todo aquel que os d? de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perder? su recompensa.? ?Y al que escandalice a uno de estos peque?os que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasi?n de pecado, c?rtatela. M?s vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasi?n de pecado, c?rtatelo. M?s vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasi?n de pecado, s?catelo. M?s vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga; pues todos han de ser salados con fuego. Buena es la sal; mas si la sal se vuelve ins?pida, ?con qu? la sazonar?is? Tened sal en vosotros y tened paz unos con otros.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Esta p?gina del Evangelio de Marcos debe ponerse en el contexto de las condiciones puestas por Jes?s para entrar y permanecer en la comunidad de los hijos del Reino de Dios. Son palabras exigentes, es cierto, pero es as? porque el Se?or ha venido a instaurar una vida nueva y s?lida que requiere radicalidad en las elecciones. Por tanto el Evangelio es severo con quien tienta o pone en peligro la fe de los peque?os, es decir, con quien escandaliza a los d?biles y los pobres de la comunidad. "Escandalizar" quiere decir "hacer tropezar, hacer caer". En la Escritura el t?rmino "esc?ndalo" indica todo aquello que supone un obst?culo a los dem?s en el camino del bien. Impedir a los dem?s conocer el bien quiere decir por tanto cerrar la puerta al conocimiento del Se?or, fuente del bien y del amor. Por ello el "esc?ndalo" es grave: quien obstaculiza la fe y quien niega la ayuda a quien la necesita es severamente condenado por el Evangelio. Jes?s llega a decir que para estas personas ser?a mejor que se pusieran una piedra de molino al cuello y se tiraran al mar. El lenguaje de Jes?s es severo: no se trata obviamente de tomar al pie de la letra estas indicaciones sino de comprender que hay una prioridad a la que no podemos sustraernos: no ser un obst?culo para nadie en el camino del amor. El Evangelio pide la misma severidad hacia uno mismo. En general ocurre lo contrario, como bien sabemos por experiencia personal: somos duros con los dem?s e indulgentes con nosotros mismos, prontos a acusar a los dem?s y m?s que sol?citos para excusar nuestros errores, o como se dice en otra p?gina evang?lica, prontos a ver la paja en el ojo ajeno y a no reconocer la viga en el nuestro. El Evangelio comporta siempre la renuncia al mal, a la malicia, al ego?smo. Solo as? se conserva el sabor el Evangelio: "Tened sal en vosotros" dice Jes?s, es decir, "tened en vosotros el amor", y del amor viene la paz.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.