ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Mateo 20,17-28

Cuando iba subiendo Jes?s a Jerusal?n, tom? aparte a los Doce, y les dijo por el camino: ?Mirad que subimos a Jerusal?n, y el Hijo del hombre ser? entregado a los sumos sacerdotes y escribas; le condenar?n a muerte y le entregar?n a los gentiles, para burlarse de ?l, azotarle y crucificarle, y al tercer d?a resucitar?. Entonces se le acerc? la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postr? como para pedirle algo. El le dijo: ??Qu? quieres?? D?cele ella: ?Manda que estos dos hijos m?os se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino.? Replic? Jes?s: ?No sab?is lo que ped?s. ?Pod?is beber la copa que yo voy a beber?? D?cenle: ?S?, podemos.? D?celes: ?Mi copa, s? la beber?is; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa m?a el concederlo, sino que es para quienes est? preparado por mi Padre. Al o?r esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jes?s los llam? y dijo: ?Sab?is que los jefes de las naciones las dominan como se?ores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser as? entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, ser? vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, ser? vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.?

 

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Jes?s se est? acercando a Jerusal?n, y por tercera vez conf?a a los disc?pulos de forma m?s detallada lo que le espera. Predice el juicio de los sacerdotes y su posterior entrega a los paganos (los romanos), que lo humillar?an, lo flagelar?an y le dar?an muerte sobre la cruz. Pero -a?ade una vez m?s- "al tercer d?a resucitar?" (v. 19). Los disc?pulos, como a menudo nos sucede a nosotros, no le escuchan, o bien piensan que exagera, como de costumbre. ?Cu?ntas veces pensamos tambi?n nosotros que las palabras del Evangelio son exageradas, hermosas de escuchar pero dif?ciles de vivir! El evangelista nos dice que ante el drama que Jes?s les da a conocer los disc?pulos no saben hacer otra cosa que presentarse ante ?l y, como si nada, pedirle privilegios. Muestran as? cu?l es su verdadera preocupaci?n. ?l piensa en lo que suceder? en Jerusal?n; ellos en cambio se preocupan por su propio puesto. Jes?s va hacia la cruz y ellos piensan en "tronos de gloria". Lo que pide la madre de los hijos de Zebedeo es en realidad lo que todos querr?an para s? mismos. Pero Jes?s les dice: "No sab?is lo que ped?s", y con gran paciencia vuelve a instruirles, indicando el camino que deben seguir. Parece incluso aceptar la ambici?n de los disc?pulos, aunque le da la vuelta: "El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, ser? vuestro servidor". Es el camino contrario al del mundo, contrario al que tambi?n nosotros buscamos instintivamente. Jes?s, con su misma vida, muestra "lo diverso" de su estilo de vida frente al del mundo; en efecto, ?l ha venido para servir y no para ser servido. Es lo que pide a sus disc?pulos, y tambi?n a nosotros en este tiempo que nos contempla siguiendo a Jes?s hacia la Pascua.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.