ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Juan 5,17-30

Pero Jes?s les replic?: ?Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo tambi?n trabajo.? Por eso los jud?os trataban con mayor empe?o de matarle, porque no s?lo quebrantaba el s?bado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haci?ndose a s? mismo igual a Dios. Jes?s, pues, tomando la palabra, les dec?a: ?En verdad, en verdad os digo:
el Hijo no puede hacer nada por su cuenta,
sino lo que ve hacer al Padre:
lo que hace ?l, eso tambi?n lo hace igualmente el
Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo
y le muestra todo lo que ?l hace.
Y le mostrar? obras a?n mayores que estas,
para que os asombr?is. Porque, como el Padre resucita a los muertos
y les da la vida,
as? tambi?n el Hijo da la vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie;
sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, para que todos honren al Hijo
como honran al Padre.
El que no honra al Hijo
no honra al Padre que lo ha enviado. En verdad, en verdad os digo:
el que escucha mi Palabra
y cree en el que me ha enviado,
tiene vida eterna
y no incurre en juicio,
sino que ha pasado de la muerte a la vida. En verdad, en verdad os digo:
llega la hora (ya estamos en ella),
en que los muertos oir?n la voz del Hijo de Dios,
y los que la oigan vivir?n. Porque, como el Padre tiene vida en s? mismo,
as? tambi?n le ha dado al Hijo tener vida en s? mismo,
y le ha dado poder para juzgar,
porque es Hijo del hombre. No os extra??is de esto:
llega la hora en que todos los que est?n en los
sepulcros
oir?n su voz y saldr?n los que hayan hecho el bien
para una resurrecci?n de vida,
y los que hayan hecho el mal,
para una resurrecci?n de juicio. Y no puedo hacer nada por mi cuenta:
juzgo seg?n lo que oigo;
y mi juicio es justo,
porque no busco mi voluntad,
sino la voluntad del que me ha enviado.

 

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

El episodio evang?lico de hoy se une directamente al de ayer que narra la curaci?n del paral?tico de la piscina de Betesda. Jes?s responde a los que le critican reproch?ndole que con esa curaci?n violaba el reposo del s?bado. Adem?s a?ad?an la acusaci?n de llamar a Dios Padre. En efecto, era una afirmaci?n que no pod?a dejar de suscitar esc?ndalo, pero precisamente esta filiaci?n constitu?a el n?cleo del Evangelio, de la buena noticia que ven?a a comunicar a los hombres. Jes?s lo reitera: "Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo tambi?n trabajo... lo que hace ?l, eso tambi?n lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que ?l hace... Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, as? tambi?n el Hijo da la vida a los que quiere". Con estas palabras Jes?s se presenta como el Hijo de Dios venido en medio de los hombres para continuar la obra del Padre, la creaci?n. Ha venido para combatir la muerte y el mal y devolver la vida a quien la ha perdido. Jes?s contin?a en la tierra aquello que el Padre hab?a comenzado desde el cielo. La obra de Jes?s es por tanto una obra de salvaci?n y va m?s all? de la regla del "s?bado". Es m?s, debe apresurar la llegada del s?bado eterno, cuando -como escribe Pablo- Dios ser? todo en todos (1 Co 15, 28). Toda la obra de Jes?s entre los hombres es dar la vida, vida verdadera que ni la muerte puede anular. A?ade con solemnidad: "Llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oir?n la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivir?n. Porque, como el Padre tiene vida en s? mismo, as? tambi?n le ha dado al Hijo tener vida en s? mismo". Y pensando en todos los que lo escuchan, y en los que en el futuro escuchar?n la palabra evang?lica, dice: "En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna... ha pasado de la muerte a la vida". Jes?s no dice "tendr? vida eterna", sino "tiene vida eterna". Quien acoge el Evangelio en el coraz?n recibe desde ese momento la semilla de la inmortalidad. Ante nuestra debilidad y precariedad, estas palabras fermentan toda nuestra existencia y la arrancan del abismo de la nada porque nos ligan al Se?or resucitado. Quien escucha la voz de Jes?s en esta vida, cuando al final de los tiempos se abran los sepulcros la oir? de nuevo y la reconocer?, y ser? acogido en el cielo.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.