ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jes?s crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jes?s crucificado


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 14,1-6

?No se turbe vuestro coraz?n.
Cre?is en Dios: creed tambi?n en m?. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones;
si no, os lo habr?a dicho;
porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar,
volver? y os tomar? conmigo,
para que donde est? yo
est?is tambi?n vosotros. Y adonde yo voy sab?is el camino.? Le dice Tom?s: ?Se?or, no sabemos a d?nde vas, ?c?mo podemos saber el camino?? Le dice Jes?s: ?Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Nadie va al Padre sino por m?.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jes?s, tras haber dado a los Ap?stoles el mandamiento del amor, les dice que les dejar?: "Hijos m?os, ya poco tiempo voy a estar con vosotros". Son palabras llenas de una ternura vehemente. Y los disc?pulos, cuando le oyen hablar as?, se entristecen. ?C?mo pod?an resignarse a perder a un amigo tan excepcional? Pero Jes?s contin?a habl?ndoles con palabras de aliento: "No se turbe vuestro coraz?n. Cre?is en Dios: creed tambi?n en m?. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones... cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volver? y os tomar? conmigo". Jes?s desea ante todo que los v?nculos de amistad no se rompan. Tanto es as?, que a?ade: "para que donde est? yo est?is tambi?n vosotros". ?l nos precede para preparar un lugar para cada uno de nosotros. Con estas palabras nos muestra un peque?o destello de nuestro futuro. ?Cu?ntas veces nos hemos interrogado sobre la vida despu?s de la muerte y nos preguntamos qu? ha sido de los amigos ya fallecidos, aquellos a los que hemos amado y por los que tal vez hemos luchado y hemos sufrido! El Evangelio no nos deja sin respuesta a estas preguntas. Al contrario, casi como si quisiera que toc?ramos el consuelo con nuestras manos, habla del m?s all? como de una casa grande, espaciosa, donde viven nuestros amigos cercanos y lejanos. Un camino seguro que nos lleva hasta ellos y hasta aquel lugar es el mismo Jes?s. Nuestro v?nculo con ?l es la garant?a de que nada de nuestra vida se perder?: ni un pensamiento, ni un gesto de cari?o es en vano, sino que todo es recogido y preservado como un tesoro precioso e iluminado por la luz del anuncio de la victoria de la vida sobre la muerte que recibimos en Pascua. Jes?s parece estar convencido de que los disc?pulos han entendido la verdad sobre el m?s all? de la muerte, y por eso dice: "Adonde yo voy sab?is el camino". En realidad, no era cierto, como tampoco es cierto hoy para nosotros. Tom?s, en nombre de todos, pregunta cu?l es el camino. Y Jes?s, una vez m?s, se expresa con claridad: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida". Quedarnos con ?l es la garant?a de que recorreremos el camino apropiado y llegaremos al Padre que est? en los cielos.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.