ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jes?s crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jes?s crucificado


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 19,2-12

Le sigui? mucha gente, y los cur? all?. Y se le acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, le dijeron: ??Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?? El respondi?: ??No hab?is le?do que el Creador, desde el comienzo, los hizo var?n y hembra, y que dijo: Por eso dejar? el hombre a su padre y a su madre y se unir? a su mujer, y los dos se har?n una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios uni? no lo separe el hombre.? D?cenle: ?Pues ?por qu? Mois?s prescribi? dar acta de divorcio y repudiarla?? D?celes: ?Mois?s, teniendo en cuenta la dureza de vuestro coraz?n, os permiti? repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue as?. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer - no por fornicaci?n - y se case con otra, comete adulterio.? D?cenle sus disc?pulos: ?Si tal es la condici?n del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse.? Pero ?l les dijo: ?No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron as? del seno materno, y hay eunucos que se hicieron tales a s? mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Empieza la misi?n de Jes?s en Judea, donde permanecer? hasta que finalicen sus d?as. Una gran muchedumbre lo sigue y ?l, como siempre, contin?a ense?ando y curando a los enfermos que le presentan. Obviamente, su obra, que ya encontraba obst?culos en Galilea, encuentra ahora una oposici?n todav?a m?s fuerte. El esp?ritu del mal no ceja en su firme contraposici?n al Evangelio. Los fariseos se convierten en instrumento de aquella y le plantean a Jes?s una cuesti?n sobre el "repudio" de la mujer: le preguntan si es l?cito repudiarla por cualquier motivo, como afirman algunos. En aquella ?poca hab?a un encendido debate al respecto. Sin embargo, Jes?s no entra directamente en la cuesti?n, y prefiere remitirse a la voluntad original de Dios respecto a la uni?n entre el hombre y la mujer: la familia debe basarse en el amor indisoluble. Y si Mois?s permiti? el divorcio fue por motivo de la groser?a humana y espiritual de los jud?os de aquel tiempo. Jes?s, en definitiva, no solo no acepta las interpretaciones de sus rabinos, sino que condena tambi?n la pr?ctica del divorcio que los fariseos segu?an a una escala m?s o menos amplia. Jes?s reafirma la primac?a del amor en las relaciones humanas y por tanto tambi?n entre hombre y mujer que se unen en matrimonio. Su amor es indisoluble. Se trata de una palabra alta y exigente. Fue un problema tambi?n para los disc?pulos, hasta el punto de que manifestaron su contrariedad y dijeron que no era conveniente casarse. La irrevocabilidad parec?a ya entonces una carga pesada. Hoy lo parece a?n m?s en un clima cultural en la que parece imposible cualquier perspectiva de estabilidad. Pero Jes?s es mucho m?s claro y firme. Y sigue, sin retomar lo que acaban de decir los disc?pulos, hablando de la continencia elegida para el reino de los cielos: algunos "se hicieron eunucos por el Reino de los Cielos". La decisi?n de no casarse para dedicarse completamente a Dios no desacredita el matrimonio, pero sin duda destaca la radicalidad que implica optar por Dios. Ello indica que algunos deciden mostrar, tambi?n con su propia vida, que tienen bastante con Dios. Es una decisi?n que parece parad?jica, pero es una consecuencia de la decisi?n evang?lica que incluye una de las dimensiones espirituales de la Iglesia: no se vincula a nadie m?s, Jes?s le basta, ?nicamente. En ese sentido el celibato por el Se?or tiene un valor extraordinario no porque muestre la capacidad de sacrificarse, sino porque pone de manifiesto la elecci?n radical por el Se?or.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.