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Memoria de la Iglesia
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Memoria de la Iglesia

Fiesta de la natividad de Mar?a, madre del Se?or La tradici?n franciscana recuerda hoy la visita de paz que hizo Francisco a Damieta para ver al sult?n Malek-al-Kamel. Oraci?n para que surjan trabajadores de paz y de di?logo. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia

Fiesta de la natividad de Mar?a, madre del Se?or La tradici?n franciscana recuerda hoy la visita de paz que hizo Francisco a Damieta para ver al sult?n Malek-al-Kamel. Oraci?n para que surjan trabajadores de paz y de di?logo.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendr?n
un solo reba?o y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 1,1-16.18-23

Libro de la generaci?n de Jesucristo,
hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendr? a Isaac,
Isaac engendr? a Jacob,
Jacob engendr? a Jud? y a sus hermanos, Jud? engendr?, de Tamar, a Fares y a Zara,
Fares engendr? a Esrom,
Esrom engendr? a Aram, Aram engendr? a Aminadab,
Aminadab engendr? a Naass?n,
Naass?n engendr? a Salm?n, Salm?n engendr?, de Rajab, a Booz,
Booz engendr?, de Rut, a Obed,
Obed engendr? a Jes?, Jes? engendr? al rey David.
David engendr?, de la que fue mujer de Ur?as, a Salom?n, Salom?n engendr? a Roboam,
Roboam engendr? a Abi?,
Abi? engendr? a Asaf, Asaf engendr? a Josafat,
Josafat engendr? a Joram,
Joram engendr? a Oz?as, Oz?as engendr? a Joatam,
Joatam engendr? a Acaz,
Acaz engendr? a Ezequ?as, Ezequ?as engendr? a Manas?s,
Manas?s engendr? a Am?n,
Am?n engendr? a Jos?as, Jos?as engendr? a Jecon?as y a sus hermanos,
cuando la deportaci?n a Babilonia. Despu?s de la deportaci?n a Babilonia,
Jecon?as engendr? a Salatiel,
Salatiel engendr? a Zorobabel, Zorobabel engendr? a Abiud,
Abiud engendr? a Eliakim,
Eliakim engendr? a Azor, Azor engendr? a Sadoq,
Sadoq engendr? a Aquim,
Aquim engendr? a Eliud, Eliud engendr? a Eleazar,
Eleazar engendr? a Matt?n,
Matt?n engendr? a Jacob, y Jacob engendr? a Jos?, el esposo de Mar?a,
de la que naci? Jes?s, llamado Cristo. La generaci?n de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, Mar?a, estaba desposada con Jos? y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontr? encinta por obra del Esp?ritu Santo. Su marido Jos?, como era justo y no quer?a ponerla en evidencia, resolvi? repudiarla en secreto. As? lo ten?a planeado, cuando el ?ngel del Se?or se le apareci? en sue?os y le dijo: ?Jos?, hijo de David, no temas tomar contigo a Mar?a tu mujer porque lo engendrado en ella es del Esp?ritu Santo. Dar? a luz un hijo, y t? le pondr?s por nombre Jes?s, porque ?l salvar? a su pueblo de sus pecados.? Todo esto sucedi? para que se cumpliese el or?culo del Se?or por medio del profeta: Ved que la virgen concebir? y dar? a luz un hijo,
y le pondr?n por nombre Emmanuel,

que traducido significa: ?Dios con nosotros.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Las iglesias de Oriente y las de Occidente comparten la fiesta que hoy celebramos. La fecha del 8 de septiembre es la de la dedicaci?n de la bas?lica de Santa Ana de Jerusal?n, que se erige en el lugar en el que, seg?n una antigua tradici?n, hab?an residido Joaqu?n y Ana, padres de Mar?a. En las iglesias bizantinas se dice de Mar?a que es la "tierra del cielo", es decir, el seno que la humanidad ofreci? al Se?or. En este contexto hay que entender la p?gina evang?lica que hemos escuchado, la genealog?a de Jes?s a la que se puede unir el pasaje siguiente referido a la perplejidad de Jos?. La lista de nombres indica hasta qu? punto toda la humanidad esperaba el nacimiento del Verbo en el seno de Mar?a. No se trata de una ?rida lista. La cadena de nombres indica que Jes?s no vive fuera de la historia de los hombres y de las mujeres (por eso el evangelista incluye en la lista a representantes del paganismo y a mujeres de todo menos ejemplares). Jes?s est? en la historia de los hombres; forma parte de nuestras generaciones. ?l naci? de una mujer, de Mar?a, a la que Dios eligi? como madre de su hijo. El Evangelio luego subraya que el nacimiento de Jes?s fue realmente extraordinario y estuvo fuera de toda regla. Lo demuestra la reacci?n de Jos?, totalmente justificada desde un punto de vista humano. Pero el ?ngel, en sue?os, le revela la realidad de lo que est? sucediendo. La palabra de Dios nos permite ver m?s all? de cuanto vemos (ese es el sentido del "sue?o" en las Escrituras) y nos ayuda a tomar con nosotros a Mar?a (la comunidad) y el misterio que hay en ella. Jos? se despert? e hizo lo que le hab?a dicho el ?ngel. Un?monos a la oraci?n de la Iglesia siro-occidental que, este d?a, canta: "Oh, Cristo, Dios nuestro, al?granos a todos tal como alegraste a los justos Joaqu?n y Anna por el nacimiento de la Virgen, tu Madre. Danos la alegr?a del perd?n de los pecados y de la remisi?n de las culpas. Que esta fiesta pueda traernos las alegr?as espirituales y la paz. Que queden curados nuestros males y que la luz de tu sabidur?a pueda brillar en nuestras almas. Que brille este d?a con la promesa de un futuro luminoso y favorable. Transforma nuestro hombre interior y perm?tenos avanzar con los ?ngeles hasta el final".

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.