ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Se?or
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Se?or


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Esp?ritu del Se?or est? sobre ti,
el que nacer? de ti ser? santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 11,37-41

Mientras hablaba, un fariseo le rog? que fuera a comer con ?l; entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se qued? admirado viendo que hab?a omitido las abluciones antes de comer. Pero el Se?or le dijo: ??Bien! Vosotros, los fariseos, purific?is por fuera la copa y el plato, mientras por dentro est?is llenos de rapi?a y maldad. ?Insensatos! el que hizo el exterior, ?no hizo tambi?n el interior? Dad m?s bien en limosna lo que ten?is, y as? todas las cosas ser?n puras para vosotros.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aqu? Se?or, a tus siervos:
h?gase en nosotros seg?n tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jes?s, invitado a casa de un fariseo, no cumple las prescripciones rituales antes de la comida. Este comportamiento le procura severos juicios. Jes?s, que se da cuenta, responde al fariseo trasladando la cuesti?n ritual a otro plano, el del coraz?n. Y aclara que en la vida lo importante no es aparentar, aunque sea correcto, sino ser un hombre y una mujer con el coraz?n misericordioso. El coraz?n, el interior, es el lugar donde se decide la vida del hombre, su felicidad y su salvaci?n. Si el coraz?n est? lleno de maldad las actuaciones estar?n en consonancia. Por eso Jes?s, sin condenar la observancia de los rituales, quiere reconducir al coraz?n la ra?z de los comportamientos. Lo importante es lo que tenemos en el coraz?n. De nada sirve observar ritos si luego transgredimos la justicia y estamos lejos del amor. En ese sentido, no vale de nada multiplicar gestos y acciones si el coraz?n est? lleno de "rapi?a y maldad". Jes?s exhorta m?s bien a "dar en limosna lo que est? dentro", es decir, a dar al mundo el amor que se ha derramado en nuestros corazones. El amor gratuito es la verdadera riqueza que tiene todo creyente en el coraz?n. Si somos misericordiosos con los dem?s, si somos generosos amando a los dem?s, el amor no solo no disminuye sino que enriquece el coraz?n. La riqueza del disc?pulo no radica en la multiplicidad de los ritos que practica, sino m?s bien en tener un coraz?n misericordioso y dispuesto a acoger el amor. Es importante la afirmaci?n de Jes?s: la limosna purifica. Por desgracia cada vez es m?s frecuente la aprobaci?n de ordenanzas que proh?ben la mendicidad y que ponen trabas a la limosna, ordenanzas que en muchas ocasiones encuentran una triste complicidad entre los cristianos. Toda la tradici?n b?blica, que en el Evangelio encuentra su exaltaci?n, exhorta a los cristianos a dar limosnas, no porque "resuelva" el problema social sino porque es el primer paso del amor: la limosna obliga a dirigir la mirada m?s all? de uno mismo hacia los necesitados y a darles algo, aunque sea poco. Ay de nosotros si bloqueamos este primer paso del coraz?n que va m?s all? de uno mismo: nos quedaremos cerrados en nuestro ego?smo.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.