ORACIÓN CADA DÍA

Recuerdo de todos aquellos que se han dormido en el Se?or
Palabra de dios todos los dias

Recuerdo de todos aquellos que se han dormido en el Se?or

Recuerdo de todos aquellos que se han dormido en el Se?or. Recordamos en particular a aquellos difuntos que no son recordados por nadie y a todos aquellos que llevamos en nuestro coraz?n. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Recuerdo de todos aquellos que se han dormido en el Se?or

Primera Lectura

Isa?as 25,6.7-9

Har? Yahveh Sebaot
a todos los pueblos en este monte
un convite de manjares frescos, convite de buenos
vinos:
manjares de tu?tanos, vinos depurados; consumir? en este monte
el velo que cubre a todos los pueblos
y la cobertura que cubre a todos los gentes; consumir? a la Muerte definitivamente.
Enjugar? el Se?or Yahveh
las l?grimas de todos los rostros,
y quitar? el oprobio de su pueblo
de sobre toda la tierra,
porque Yahveh ha hablado. Se dir? aquel d?a: "Ah? ten?is a nuestro Dios:
esperamos que nos salve;
?ste es Yahveh en quien esper?bamos;
nos regocijamos y nos alegramos
por su salvaci?n."

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.