ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Mi?rcoles 1 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Proverbios 12,1-28

El que ama la instrucci?n ama la ciencia,
el que odia la reprensi?n es tonto. El bueno obtiene el favor de Yahveh;
pero ?l condena al hombre taimado. Nadie se afianza por la maldad,
la ra?z de los justos no vacilar?. Mujer virtuosa, corona del marido,
mujer desvergonzada, caries en los huesos. Las intenciones de los justos son equidad,
los planes de los malos, son enga?o. Las palabras de los malos son trampas sangrientas,
pero a los rectos su boca los pone a salvo. Derribados los malos, no existen ya m?s,
mas la casa de los justos permanece. Se alaba al hombre seg?n su prudencia,
el de coraz?n torcido ser? despreciado. M?s vale hombre sencillo que tiene un esclavo,
que hombre glorioso a quien falta el pan. El justo se cuida de su ganado,
pero las entra?as de los malos son crueles. Quien cultiva su tierra se hartar? de pan,
quien persigue nader?as es un insensato. El placer del imp?o est? en la maquinaci?n de los malvados,
pero la ra?z de los justos producir?. En el delito de los labios hay una trampa fatal,
pero el justo saldr? de la angustia. Por el fruto de su boca, se harta de bien el hombre,
cada cual recibe el salario de sus obras. El necio tiene por recto su camino,
pero el sabio escucha los consejos. El necio, al momento descubre su pena,
el prudente oculta la ignominia. Quien declara la verdad, descubre la justicia;
el testigo mentiroso, la falsedad. Quien habla sin tino, hiere como espada;
mas la lengua de los sabios cura. Los labios sinceros permanecen por siempre,
la lengua mentirosa dura un instante. Fraude en el coraz?n de quien trama el mal;
gozo para los que aconsejan paz. Ninguna desgracia le sucede al justo,
pero los malos est?n llenos de miserias. Los labios mentirosos abomina Yahveh;
los que practican la verdad alcanzan su favor. El hombre cauto oculta su ciencia,
el coraz?n del insensato proclama su necedad. La mano diligente obtiene el mando;
la flojedad acaba en trabajos forzados. Ansiedad en el coraz?n deprime al hombre,
pero una palabra buena le causa alegr?a. El justo ense?a el camino a su pr?jimo,
el camino de los malos los extrav?a. El indolente no pone a asar su caza;
la diligencia es la mejor fortuna del hombre. En la senda de la justicia est? la vida;
el camino de los rencorosos lleva a la muerte.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El inicio del cap?tulo insiste en un Proverbio muy repetido en el libro y que versa sobre la correcci?n y la educaci?n: "El que ama la educaci?n ama el saber; el que odia la educaci?n es tonto". Existe una estrecha correspondencia entre dos amores: la correcci?n y el saber. Por regla general se piensa y se vive justo lo contrario. La correcci?n es vista como la contradicci?n del saber y de las convicciones de cada uno, como un impedimento y un enfrentamiento contra la libre expresi?n y realizaci?n, hasta el punto de que uno instintivamente se opone a ella. El verdadero tonto, en cambio, es el que odia la correcci?n, el que no acepta la ayuda de los dem?s para crecer y entender. El individualismo y el subjetivismo nos acostumbran a hacer, pensar y decidir solos, seguros de que nuestra decisi?n es la justa. En realidad la caracter?stica del cristiano es precisamente la escucha de Dios que habla y, por tanto, la alegr?a de la correcci?n. Ser corregidos es un gran don que el Se?or nos permite experimentar cuando nuestra vida crece en comuni?n y sinton?a con los hermanos. El resto del cap?tulo contin?a con una serie de exhortaciones de distintos tipos. Siempre se oponen los malvados con los justos-sabios. Enga?o, c?lera, labios mendaces, orgullo y embustes son algunos de los terribles atributos con los que se presenta a aquellos que hacen el mal. Su necedad consiste en seguir escuch?ndose s?lo a ellos mismos: "El necio considera recto su camino, el sabio escucha los consejos". Este es el secreto de la sabidur?a: no creerse justos sino vivir como justos escuchando los consejos y la correcci?n. Si hay "Mentira en la mente que trama el mal", hay "alegr?a para los que aconsejan la paz". La alegr?a del justo y del sabio es construir con la palabra y las acciones paz y solidaridad a su alrededor. A menudo el tormento interior, la agitaci?n, la falta de paz y de serenidad son la consecuencia de una vida cerrada, incapaz de conectar con los dem?s, de dejarse ayudar, de mostrar generosidad y benevolencia. Por eso "en la senda de la justicia est? la vida, el camino de la impiedad lleva a la muerte".

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.