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Memoria de la Iglesia
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Recuerdo de san Policarpo, obispo y m?rtir, disc?pulo del ap?stol Juan, (? 155). Leer más

Libretto DEL GIORNO
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Jueves 23 de febrero

Recuerdo de san Policarpo, obispo y m?rtir, disc?pulo del ap?stol Juan, (? 155).


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendr?n
un solo reba?o y un solo redil.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Proverbios 24,1-34

No tengas envidia de los malos,
no desees estar con ellos, porque su coraz?n trama violencias,
y sus labios hablan de desgracias. Con la sabidur?a se construye una casa,
y con la prudencia se afianza; con la ciencia se llenan los cilleros
de todo bien precioso y deseable. El var?n sabio est? fuerte,
el hombre de ciencia fortalece su vigor; porque con sabios consejos har?s la guerra,
y en la abundancia de consejeros est? el ?xito. Muy alta est? la sabidur?a para el necio:
no abre su boca en la puerta. Al que piensa en hacer mal,
se le llama maestro en intrigas. La necedad s?lo maquina pecados,
el arrogante es abominable a los hombres. Si te dejas abatir el d?a de la angustia,
angosta es tu fuerza. Libra a los que son llevados a la muerte,
y a los conducidos al suplicio ?si los pudieras
retener! Si dices: "Mira que no lo sab?amos",
?acaso el que pesa los corazones no comprende?
?el que vigila tu alma, no lo sabe?
El da a cada hombre seg?n sus obras. Come miel, hijo m?o, porque es buena.
Panal de miel es dulce a tu paladar. Pues s?bete que as? ser? la sabidur?a para tu alma,
y si la hallas, hay un ma?ana,
y tu esperanza no ser? aniquilada. No pongas, malvado, asechanzas en la mansi?n del justo,
no hagas violencia a su morada. Que siete veces cae el justo, pero se levanta,
mientras los malos se hunden en la desgracia. No te alegres por la ca?da de tu enemigo,
no se goce tu coraz?n cuando se hunde; no sea que lo vea Yahveh y le desagrade,
y aparte de ?l su ira. No te enfurezcas por causa de los malvados,
ni tengas envidia de los malos. Porque para el malvado no hay un ma?ana:
la l?mpara de los malos se extinguir?. Teme, hijo m?o, a Yahveh y al rey,
no te relaciones con los innovadores, porque al instante surgir? su calamidad,
y ?qui?n sabe el castigo que pueden ambos dar? Tambi?n esto pertenece a los sabios:
Hacer acepci?n de personas en el juicio no est? bien. Al que dice al malo: "Eres justo",
le maldicen los pueblos y le detestan las naciones; los que los castigan, viven felices,
y viene sobre ellos la bendici?n del bien. Besa en los labios,
el que responde con franqueza. Ordena tus trabajos de fuera
y prepara tus faenas en el campo;
y despu?s puedes construirte tu casa. No des testimonio, en vano, contra tu pr?jimo,
ni enga?es con tus labios. No digas: "Como ?l me ha hecho a m?, le har? yo a ?l,
dar? a cada uno seg?n sus obras." He pasado junto al campo de un perezoso,
y junto a la vi?a de un hombre insensato, y estaba todo invadido de ortigas,
los cardos cubr?an el suelo,
la cerca de piedras estaba derru?da. Al verlo, medit? en mi coraz?n,
al contemplarlo aprend? la lecci?n: Un poco dormir, otro poco dormitar,
otro poco tumbarse con los brazos cruzados y llegar?, como vagabundo, tu miseria
y como un mendigo tu pobreza."

 

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

De nuevo se nos sit?a ante la vida del justo y del malvado. La Biblia tiene una conciencia clara de la fuerza del mal y con frecuencia habla de ello de forma concreta. Es decir, prefiere decir "malvado" en vez de "mal". La Palabra de Dios se pone siempre ante hombres concretos que pueblan la vida y determinan la historia, adem?s el creyente sabe que al final es Dios el que act?a y que el mal no prevalecer? nunca de forma definitiva. Ante el bienestar de quien realiza el mal podr?a nacer en el sabio y en el justo un sentimiento de envidia. Por este motivo el pasaje comienza poni?ndonos en guardia: "No envidies a los malvados, ni desees estar con ellos, pues su mente trama violencias y sus labios hablan de desgracias". Con la sabidur?a es con lo ?nico que se puede construir y hacer crecer nuestra fuerza. En la sabidur?a hay poder, y la victoria sobre las fuerzas del mal es del sabio. Por esto el hombre sabio no "se rinde en los momentos dif?ciles", para no dejarse vencer. Para ?l la vida es lucha contra el poder del mal. Por esto "salva a los condenados a muerte, libra a los conducidos al suplicio". En estas afirmaciones se esconde esa batalla contra los principados y los poderes que Pablo describe en el cap?tulo sexto de la Carta a los Efesios. El sabio no se alegra tampoco por la mala suerte del enemigo ni se irrita ni siente envidia de los malvados, sabe que el Se?or vela por ?l. El temor de Dios es la ?nica petici?n que se le hace. Quiz? asombra la cercan?a entre la invitaci?n a temer a Dios y al rey. Existe tambi?n un orden social que tenemos el deber de salvaguardar. Probablemente el texto tiene como trasfondo una sociedad en la que las rebeliones eran bastante frecuentes sin que trajeran resultados. La verdadera rebeli?n es antes que nada la rebeli?n contra la fuerza del mal, que parece invadir toda la sociedad. Es para esta batalla para la que hay que preparar las armas. El pasaje termina con algunas exhortaciones referentes especialmente a no ser parciales en el juicio, lo que puede llevar a que se desv?e el curso de la justicia, y con una descripci?n del hombre perezoso.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.