ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 16 de abril


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Segunda Timoteo 4,9-22

Apres?rate a venir a m? cuanto antes, porque me ha abandonado Dem?s por amor a este mundo y se ha marchado a Tesal?nica; Crescente, a Galacia; Tito, a Dalmacia. El ?nico que est? conmigo es Lucas. Toma a Marcos y tr?ele contigo, pues me es muy ?til para el ministerio. A T?quico le he mandado a ?feso. Cuando vengas, tr?eme el abrigo que me dej? en Tr?ada, en casa de Carpo, y los libros, en especial los pergaminos. Alejandro, el herrero, me ha hecho mucho mal. El Se?or le retribuir? seg?n sus obras. T? tambi?n gu?rdate de ?l, pues se ha opuesto tenazmente a nuestra predicaci?n. En mi primera defensa nadie me asisti?, antes bien todos me desampararon. Que no se les tome en cuenta. Pero el Se?or me asisti? y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles. Y fui librado de la boca del le?n. El Se?or me librar? de toda obra mala y me salvar? guard?ndome para su Reino celestial. A ?l la gloria por los siglos de los siglos. Am?n. Saluda a Prisca y Aquila y a la familia de Ones?foro. Erasto se qued? en Corinto; a Tr?fimo le dej? enfermo en Mileto. Date prisa en venir antes del invierno. Te saludan Eubulo, Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos. El Se?or sea con tu esp?ritu. La gracia sea con vosotros.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El ap?stol ha terminado las recomendaciones al disc?pulo Timoteo, y al final le escribe: "Apres?rate a venir a m? cuanto antes". Pablo piensa a menudo en ?l con afecto, con nostalgia; lo recuerda especialmente en la oraci?n (cf. 1, 3-4), tambi?n porque tiene miedo de que, retrasando el viaje, Timoteo ya no lo encuentre vivo. Un poco antes escrib?a: "Todos los de Asia me han abandonado, y entre ellos Figelo y Herm?genes" (1, 15). Y explica: "En mi primera defensa nadie me asisti?, antes bien todos me desampararon" (4, 16). Tito, que hab?a regresado de Creta a Roma (cf. Tt 3, 12), hab?a partido nuevamente para Dalmacia (cf. Rm 15, 19). S?lo Lucas, "m?dico querido" (Col 4, 14) y compa?ero fiel, permanece a su lado. Le pide a Timoteo que lleve a Roma a Marcos; le habla entonces de sus otros colaboradores, mostrando as? su convicci?n sobre la necesidad de cooperadores en el ministerio apost?lico. Pablo no es un protagonista aislado, sabe elegir y poner en marcha una eficaz colaboraci?n para guiar las diversas comunidades. Despu?s pide a Timoteo que le lleve algunos objetos que en su ?ltimo viaje hab?a dejado en Tr?ade, en casa de un cristiano de nombre Carpo -por lo dem?s desconocido-; ya que en su camino a Roma pasar? por Tr?ade para despu?s continuar por la v?a Ignacia, le ser? f?cil atender a su petici?n y llevarle tambi?n el manto. Le pide adem?s que le lleve los "libros", es decir, los rollos de papiro y los "pergaminos", que probablemente conten?an los escritos del Antiguo Testamento. En el recuerdo del ap?stol emergen del pasado dos tristes experiencias: la de un tal Alejandro el herrero, que le hab?a hecho mucho mal oponi?ndose a su predicaci?n, y la amarga desilusi?n por el abandono de todos en el momento del proceso urdido contra ?l. Del mismo modo le sucedi? a Jes?s, al que sigue tambi?n en el perd?n: "Que no se les tome en cuenta". Incluso encadenado, el Evangelio resuena en toda su fuerza. Pablo fue liberado una vez m?s "de la boca del le?n" por mano de Dios, pero sabe que la sentencia de muerte ha sido tan s?lo pospuesta, y ya no espera un veredicto absolutorio. Sin embargo Dios lo liberar? y lo salvar? "de toda obra mala", poni?ndolo a salvo de toda miseria terrena en su reino celestial. Confesaba a los Filipenses: "Mi deseo es partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor" (Flp 1, 23). Saluda despu?s a sus colaboradores y le pide una segunda vez a Timoteo que se apresure a reunirse con ?l (4, 9), para concluir finalmente invocando sobre todos la "gracia", el favor de Dios, el amor que salva.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.