ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los pobres

Fiesta de Mar?a del Monte Carmelo. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 16 de julio

Fiesta de Mar?a del Monte Carmelo.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Primera Pedro 3,1-7

Igualmente, vosotras, mujeres, sed sumisas a vuestros maridos para que, si incluso algunos no creen en la Palabra, sean ganados no por las palabras sino por la conducta de sus mujeres, al considerar vuestra conducta casta y respetuosa. Que vuestro adorno no est? en el exterior, en peinados, joyas y modas, sino en lo oculto del coraz?n, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios. As? se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, siendo sumisas a sus maridos; as? obedeci? Sara a Abraham, llam?ndole Se?or. De ella os hac?is hijas cuando obr?is bien, sin tener ning?n temor. De igual manera vosotros, maridos, en la vida com?n sed comprensivos con la mujer que es un ser m?s fr?gil, tribut?ndoles honor como coherederas que son tambi?n de la gracia de Vida, para que vuestras oraciones no encuentren obst?culo.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El ap?stol Pedro, tras haberse dirigido a los siervos, se dirige ahora a las mujeres. La realidad social de aquella ?poca era una realidad social especialmente d?bil, aunque el ap?stol escribe a mujeres acaudaladas que saben elegir vestidos y adornos (3,3). De todos modos, su situaci?n era d?bil: seg?n el ordenamiento social las mujeres estaban sujetas en todo a la autoridad del jefe de familia y no desempe?aban ning?n papel activo en la sociedad. Pero justamente eso hac?a que estuvieran m?s cerca de Cristo. En las Escrituras encontramos aquella singular "ley b?blica" seg?n la cual el Se?or tiene un amor privilegiado por los d?biles. Por eso, al igual que los siervos, tambi?n las mujeres acud?an a los responsables de la comunidad con la carga de sus dolores. El ap?stol no las exhorta a resignarse, al contrario, las anima a influir sobre sus maridos con una conducta cristiana ejemplar; de ese modo lograr?n tocar el coraz?n de sus maridos y podr?n llevarles hacia Jes?s (probablemente se trataba de matrimonios mixtos, en los que la mujer era cristiana y el marido todav?a era pagano; en cualquier caso, la exhortaci?n se puede ampliar y se puede aplicar tambi?n al marido hacia su esposa). Una conducta casta, irreprensible y pura, convence incluso a los hombres m?s endurecidos a doblarse al Se?or. Pedro las exhorta, pues, a adornarse sobre todo interiormente para poder atraer a los hombres hacia la vida evang?lica. Encaja perfectamente la exhortaci?n de Pedro en un mundo como el nuestro, en el que se presta atenci?n y se exalta a menudo la belleza exterior, pero muy poco la interior. Esta atenci?n por la "belleza interior" recalca la exhortaci?n de Jes?s a los disc?pulos: "aprended de m?, que soy manso y humilde de coraz?n; y hallar?is descanso para vuestras almas" (Mt 11,29). La humildad y la dulzura son un adorno precioso y hacen atractiva la santidad, como pas? con las santas mujeres del Primer Testamento. Pedro recuerda a Sara, que obedec?a en todo a Abrah?n y la propone como modelo de las mujeres cristianas hasta el punto de pedirles que se hagan sus "hijas", sus imitadoras. Todo eso, sin embargo, debe producirse "sin tener ning?n temor", es decir, con plena dignidad. Son palabras que resuenan todav?a hoy con toda su fuerza sobre todo all? donde la opresi?n de las mujeres responde a una mentalidad machista consolidada. Pedro no deja de pedir a los maridos que tengan comprensi?n por sus esposas reconociendo el gran valor que ellas tienen a ojos de Dios. No solo deben respetarlas sino que deben tambi?n honrarlas porque son coherederas del mismo reino. La exhortaci?n, adem?s, quiere favorecer la oraci?n com?n de los c?nyuges, obviamente si ambos son cristianos, oraci?n que se presenta como apoyo de su uni?n.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.