ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo
Domingo 5 de agosto

Primera Lectura

?xodo 16,2-4.12-15

Toda la comunidad de los israelitas empez? a murmurar contra Mois?s y Aar?n en el desierto. Los israelitas les dec?an: "?Ojal? hubi?ramos muerto a manos de Yahveh en la tierra de Egipto cuando nos sent?bamos junto a las ollas de carne, cuando com?amos pan hasta hartarnos! Vosotros nos hab?is tra?do a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea." Yahveh dijo a Mois?s: "Mira, yo har? llover sobre vosotros pan del cielo; el pueblo saldr? a recoger cada d?a la porci?n diaria; as? le pondr? a prueba para ver si anda o no seg?n mi ley. He o?do las murmuraciones de los israelitas. Diles: Al atardecer comer?is carne y por la ma?ana os hartar?is de pan; y as? sabr?is que yo soy Yahveh, vuestro Dios. Aquella misma tarde vinieron las codornices y cubrieron el campamento; y por la ma?ana hab?a una capa de roc?o en torno al campamento. Y al evaporarse la capa de roc?o apareci? sobre el suelo del desierto una cosa menuda, como granos, parecida a la escarcha de la tierra. Cuando los israelitas la vieron, se dec?an unos a otros: "?Qu? es esto?" Pues no sab?an lo que era. Mois?s les dijo: "Este es el pan que Yahveh os da por alimento.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.