ORACIÓN CADA DÍA

Oraci?n de la Pascua
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Oraci?n de la Pascua

Recuerdo de Martin Luther King, asesinado el 4 de abril de 1968 en Memphis. Con ?l recordamos a cuantos tienen hambre y sed de justicia. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oraci?n de la Pascua
Jueves 4 de abril

Recuerdo de Martin Luther King, asesinado el 4 de abril de 1968 en Memphis. Con ?l recordamos a cuantos tienen hambre y sed de justicia.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere m?s!
El nos espera en Galilea!

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 24,36-49

Estaban hablando de estas cosas, cuando ?l se present? en medio de ellos y les dijo: ?La paz con vosotros.? Sobresaltados y asustados, cre?an ver un esp?ritu. Pero ?l les dijo: ??Por qu? os turb?is, y por qu? se suscitan dudas en vuestro coraz?n? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un esp?ritu no tiene carne y huesos como v?is que yo tengo.? Y, diciendo esto, los mostr? las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegr?a y estuviesen asombrados, les dijo: ??Ten?is aqu? algo de comer?? Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tom? y comi? delante de ellos. Despu?s les dijo: ?Estas son aquellas palabras m?as que os habl? cuando todav?a estaba con vosotros: "Es necesario que se cumpla todo lo que est? escrito en la Ley de Mois?s, en los Profetas y en los Salmos acerca de m?."? Y, entonces, abri? sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: ?As? est? escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer d?a y se predicara en su nombre la conversi?n para perd?n de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusal?n. Vosotros sois testigos de estas cosas. ?Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que se?is revestidos de poder desde lo alto.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere m?s!
El nos espera en Galilea!

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Evangelio de la misa de hoy nos lleva al final del d?a de Pascua. Los dos disc?pulos de Ema?s acaban de llegar al cen?culo para contar a los disc?pulos todo lo que ?hab?a pasado en el camino y c?mo le hab?an conocido al partir el pan?. De hecho los ap?stoles, tomados a?n por el miedo, permanec?an encerrados en el cen?culo. Era un lugar lleno de recuerdos, pero corr?a el riesgo de permanecer como un lugar cerrado y protector. Es un miedo que todos conocemos bien: ?cu?ntas veces cerramos las puertas del coraz?n, de la casa, del grupo, de la comunidad, de la familia, para permanecer tranquilos o por temor de perder algo! Pero el resucitado sigue estando entre nosotros, incluso sigue poni?ndose en el centro, no en un lado como una persona entre muchas, como una palabra entre las otras. Entra y se pone en medio, como palabra que salva. Y sus primeras palabras como resucitado son el saludo de paz: ?La paz con vosotros?. Los disc?pulos, tomados por el miedo y por la resignaci?n, creen que es un esp?ritu. Hab?an o?do antes el anuncio de las mujeres; pero la distancia de Jes?s incluso en los d?as de la pasi?n, hab?a ofuscado su mente y endurecido su coraz?n. El evangelista parece sugerir que la incredulidad atrapa siempre a los creyentes cada vez que se alejan de Jes?s y se dejan tomar por el miedo. Pero Jes?s dice enseguida: ?La paz con vosotros?. Es la primera palabra del resucitado, es como decir que el primer fruto de la resurrecci?n es la paz. No la paz de la propia tranquilidad sino la que nace del amor por los dem?s. S?, la paz de la Pascua hace salir de uno mismo para ir al encuentro de los dem?s. La paz pascual es una energ?a nueva de amor que cambia el mundo. Esto les parece imposible a los ap?stoles. Jes?s ha muerto definitivamente, su palabra la han matado para siempre. No creen en todo lo que les hab?a dicho m?s veces, es decir, que despu?s de la muerte resucitar?a. Quedan atemorizados al verle. Creen que se les ha aparecido un esp?ritu. Pero Jes?s les amonesta cari?osamente: ?Por qu? os turb?is? Y les repite lo que les hab?a dicho en el pasado muchas veces: le matar?an pero ?l resucitar?a. Cu?ntas veces tambi?n nosotros no creemos en las palabras de Jes?s y cuando nos las vuelven a proponer pensamos que son irrealizables, ?precisamente como un esp?ritu! En cambio el Evangelio crea una realidad nueva, una comunidad nueva, real, hecha de personas que antes estaban dispersas y ten?an miedo y despu?s de la escucha del evangelio se vuelven a reunir en una nueva fraternidad. Es lo que sucede tambi?n aquel d?a con Jes?s que se puso a comer con ellos: continuaba la vida de los a?os antes de la Pascua. Aquella comida continuaba los precedentes con Jes?s. Es as? tambi?n para nosotros cada vez que nos reunimos alrededor del altar del Se?or para partir su cuerpo mismo.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.