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Oración de la Santa Cruz
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Oración de la Santa Cruz

Recuerdo de Nuestra Señora de Sheshan, santuario a las afueras de Shanghái. Oración por los cristianos chinos. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración de la Santa Cruz
Viernes 24 de mayo

Recuerdo de Nuestra Señora de Sheshan, santuario a las afueras de Shanghái. Oración por los cristianos chinos.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 10,1-12

Y levantándose de allí va a la región de Judea, y al otro lado del Jordán, y de nuevo vino la gente donde él y, como acostumbraba, les enseñaba. Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: ??Puede el marido repudiar a la mujer?? El les respondió: ?Qué os prescribió Moisés?? Ellos le dijeron: ?Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla.? Jesús les dijo: ?Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, El los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.? Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. El les dijo: ?Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Comienza una nueva sección del Evangelio de Marcos. Continúa el viaje a Jerusalén y el evangelista lleva al grupo a la región de Judea y al territorio situado al este del Jordán. Jesús, siempre rodeado de una gran multitud, aborda algunas cuestiones importantes para la vida de la comunidad cristiana. La primera se refiere al matrimonio y al mandato de fidelidad de por vida a los esposos. Jesús afirma la indisolubilidad del matrimonio refiriéndose al diseño original de Dios. La Ley de Moisés había permitido al hombre el libelo de repudio incluso solo si el hombre "encontraba en ella algo vergonzoso". Según Jesús, esta norma no es más que una concesión a la insensibilidad del hombre. No se trata simplemente de reafirmar un principio abstracto, sino de transmitir la urgencia del amor, de la fidelidad, de la comprensión mutua, y también del perdón y de la capacidad de saber acompañarse en la vida. Estas palabras nos ayudan también a comprender que el amor entre un hombre y una mujer no puede ser fruto solo de un sentimiento, sino que debe fundarse en un proyecto de amor que signifique fidelidad y construcción. No es raro oír que un matrimonio y una familia estables ya no se ajustan a los tiempos que vivimos. A las nuevas generaciones les parece particularmente difícil imaginar un amor definitivo y exclusivo para toda la vida. Jesús en el Evangelio, a la vez que nos recuerda que la fidelidad es el deseo profundo que Dios ha inscrito en cada corazón, nos llama también a aprender a amar y a esforzarnos para que la unión de una familia sea estable y fuerte, a imagen del amor del Señor por toda la humanidad y por la Iglesia.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.