COMEDORES Y CENTROS DE ACOGIDA

El hambre es uno de los problemas más dramáticos de la pobreza que, paradójicamente, afecta también a las grandes ciudades europeas: cada vez es más fácil ver a personas hurgando en los contenedores de basura en busca de comida.

Dar de comer es un valor muy antiguo y extendido en todas las culturas, porque guarda directa relación con el valor de la vida. El escándalo del hambriento es un episodio fundamental para la conciencia cristiana a tenor de la parábola evangélica del rico que celebraba opulentos banquetes mientras que el pobre Lázaro yacía junto a su portal. Ese mismo valor de dar de comer forma parte también de la cultura judía y de la islámica, y va asociado a la hospitalidad.

Pero el hambriento plantea una pregunta a la conciencia de todos, creyentes y no creyentes: no podemos dejar para mañana la respuesta a quien tiene una necesidad vital, porque no puede esperar. Ese es el corazón de la cultura de la solidaridad.

Y de ahí surgió el primer comedor de Roma. Más tarde se abrieron comedores en varias ciudades, y no solo en Europa, sino también en África, Asia y América Latina para los sintecho, los niños de la calle, los ancianos pobres, los enfermos y los presos. En los comedores se sirven gratuitamente comidas calientes y abundantes en un clima familiar y acogedor. Quien va a comer allí no necesita satisfacer solo la necesidad material de alimentos, sino también la de simpatía, respeto y calor humano que muchas veces le son negadas.
La atención a la dignidad y a la personalidad de cada uno se manifiesta en la atención por el clima, en la actitud amable de los voluntarios que sirven las mesas. Se presta especial atención a la comida: se tienen en cuenta las costumbres alimentarias de los comensales y se respetan las distintas tradiciones religiosas. En consideración a los musulmanes, por ejemplo, nunca se sirve carne de cerdo ni se bebe vino.

El servicio corre a cargo de voluntarios que, de manera gratuita, dan su tiempo libre para ayudar, en esta y en otras iniciativas, a estas personas en sus problemas.

Centros de acogida
Los centros de acogida de la Comunidad incluyen un conjunto de iniciativas para satisfacer las necesidades de las personas que viven situaciones difíciles.

Información y asesoramiento 
En los centros de la Comunidad se ofrece ayuda y acompañamiento para orientarse en la red de servicios públicos y privados.

Reparto de alimentos
El problema de la falta de alimentos no afecta solo a las personas sin hogar. En las grandes ciudades muchas personas sufren privaciones y verdadera malnutrición a causa de sus pocos o inexistentes ingresos. Por eso en los centros se reparten alimentos y productos de primera necesidad no solo a los sintecho sino también a familias con niños, a ancianos o a enfermos.

Reparto de ropa

Las personas sin hogar necesitan medidas de varios tipos que les ayuden a vivir mejor. Determinados gestos de la vida de cada día son muy difíciles para ellos, como por ejemplo el cuidado personal. Para ayudarles a este respecto en los centros se reparte ropa, ropa interior y zapatos.

Duchas, lavandería y peluquería
Para quien no tiene una casa lavarse es un problema de difícil solución. Por eso en los centros existe un servicio de duchas y de lavandería automática. Quien va a lavarse allí recibe un conjunto de ropa limpia y puede lavar y planchar su ropa. También hay una peluquería.

Ambulatorios médicos
En los Centros de acogida hay un ambulatorio médico donde las personas, además de visitarse con un médico, pueden recibir gratuitamente los medicamentos que necesitan, si hay en existencias.
 
Inscripción en el padrón
Las personas sin hogar muchas veces pierden la posibilidad de beneficiarse de los servicios públicos porque, al no tener una vivienda, no pueden constar en el padrón y no disponen de documentos de identidad. Esta situación de “muerte registral” hace que pierdan todos los derechos de los que gozan los ciudadanos, aunque en muchos casos sean personas que hace años que viven en nuestras ciudades. Ante esta situación la Comunidad de Sant’Egidio insta a las administraciones municipales a garantizar que las personas que han perdido el domicilio pueden gozar del derecho a constar en el padrón, condición necesaria para tener documentos de identidad y acceder a los servicios sociales y sanitarios.

Dirección postal
Quien no tiene casa tampoco puede recibir correspondencia. Para las personas sin hogar, que están lejos de su familia, recibir el correo es la única manera de mantener el contacto con sus seres queridos. Por eso las personas que van a los Centros de la Comunidad pueden recibir allí su correspondencia.

Casas de acogida
Viendo los problemas que tienen muchas personas por encontrar un sitio donde vivir, la Comunidad, además del ingente trabajo para que las personas que están solas o que se han encontrado en una situación de fragilidad por la edad o por la enfermedad puedan conservar su vivienda, ha construido para la gente que vive en la calle una red de acogida formada por soluciones de vivienda de varios tipos (casas familia, pisos tutelados, centros nocturnos).  No se trata simplemente de sitios para pasar la noche, sino que son lugares familiares, verdaderas casas donde poder volver a vivir en el tejido de la ciudad y no lugares periféricos, como pasa a menudo en los centros para los pobres. Son nuevos modelos de convivencia que quieren convertirse en una propuesta, una nueva forma de convivir y de resolver la necesidad que todos tenemos de disponer de un entorno familiar.