ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado

Canto

En tu reino acuérdate de nosotros, oh Señor.

Dichosos los pobres de espíritu,
de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los que sufren, ellos serán consolados.
Dichosos los hombres mansos, ellos poseerán la tierra.

Por el árbol Adán fue exiliado, pero
por el árbol de la cruz el ladrón fue al Paraíso.
Adán desobedeció tu voluntad,
el ladrón que fue crucificado
en ti confesó al Dios escondido.

En tu reino acuérdate de nosotros, oh Señor.

Dichoso el hombre que tiene hambre y sed de la justicia,
porque en el reino que viene
éste será saciado.

Por el discípulo los transgresores de la ley
compraron al creador de la ley,
y lo llevaron delante de Pilato
como a un criminal y gritaban:
"¡Sea crucificado! ¡Sea crucificado!
Porque se ha hecho Hijo de Dios!".

El Señor los había nutrido con el maná
al tiempo de su viaje por el desierto.
Pero nosotros imitamos
al ladrón crucificado
y con su pobre fe gritamos:

En tu reino acuérdate de nosotros, oh Señor.

Dichosos los misericordiosos,
ellos encontrarán
misericordia.

La muchedumbre en alta voz gritaba:
"¡Sea crucificado Jesús, el Nazareno!".
Y pedían fuera librado Barrabás
en su locura y con sus jefes.
Nosotros alzamos nuestra voz,
con el ladrón crucificado decimos:

En tu reino acuérdate de nosotros, oh Señor.

Dichosos los puros de corazón,
ellos verán a
Dios.

Como un cordero eres conducido,
llevado al matadero ante los esquiladores,
en tu corazón no hay odio,
sino amor y perdón para todos.
No has llamado a legiones de ángeles,
sino que te has confiado al Padre.

En tu reino acuérdate de nosotros, oh Señor.

Dichoso quien es hombre de paz,
será llamado
hijo de Dios.

Has sido crucificado, oh Señor,
porque traías la paz verdadera
que el mundo no conoce.
Benditos los pies de quien lleva paz,
aunque estén clavados y traspasados,
oh Cristo, hijo de Dios vivo.

En tu reino acuérdate de nosotros, oh Señor.

Dichoso quien es perseguido a causa de la justicia,
Dichosos cuando los insultarán,
los perseguirán y contra ustedes dirán mentiras,
¡alégrense y regocíjense:
grande será el premio en los cielos!

Sobre la cruz has atado al tirano,
al enemigo que persigue a todos,
salvándonos de las cadenas,
de la muerte y del mal,
liberándonos ahora para la vida,
oh Señor, amigo de los hombres.

En tu reino acuérdate de nosotros, oh Señor.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.