ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cantar de los Cantares 4,8-16

Ven del Líbano, novia mía,
ven del Líbano, vente.
Otea desde la cumbre del Amaná,
desde la cumbre del Sanir y del Hermón,
desde las guaridas de leones,
desde los montes de leopardos. Me robaste el corazón,
hermana mía, novia,
me robaste el corazón
con una mirada tuya,
con una vuelta de tu collar. ¡Qué hermosos tus amores,
hermosa mía, novia!
¡Qué sabrosos tus amores! ¡más que el vino!
¡Y la fragancia de tus perfumes,
más que todos los bálsamos! Miel virgen destilan
tus labios, novia mía.
Hay miel y leche
debajo de tu lengua;
y la fragancia de tus vestidos,
como la fragancia del Líbano. Huerto eres cerrado,
hermana mía, novia,
huerto cerrado,
fuente sellada. Tus brotes, un paraíso de granados,
con frutos exquisitos: nardo y azafrán,
caña aromática y canela,
con todos los árboles de incienso,
mirra y áloe,
con los mejores bálsamos. ¡Fuente de los huertos,
pozo de aguas vivas,
corrientes que del Líbano fluyen! ¡Levántate, cierzo,
ábrego, ven!
¡Soplad en mi huerto,
que exhale sus aromas!
¡Entre mi amado en su huerto
y coma sus frutos exquisitos!

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

"Ven del Líbano, novia mía, ven, llégate del Líbano". Es la invitación del Señor a Israel para que desde el Líbano, desde los montes del Amaná, del Sanir y del Hermón, altas cumbres de aguas y cascadas, descienda como reina preparada para su esposo. Aquí aparece el eco de las palabras de Jeremías cuando habla de Dios que reconducirá a su pueblo desde el Septentrión, que hará volver a los deportados en la esclavitud (Jr 31,8). Y el salmista canta: "por eso te recuerdo, desde el Jordán y el Hermón" (Sal 42, 7). El Cantar hace decir al esposo: "Me has robado el corazón, hermana y novia mía, me has robado el corazón con una sola mirada, con una vuelta de tu collar". El Tárgum comenta: "Sobre el lecho de mi corazón está grabado el amor por ti, hermana mía, Asamblea de Israel, eres como una casta esposa. Está grabado sobre el lecho de mi corazón el amor por el más pequeño en medio de ti... ¡Qué bellos son para mí tus amores, hermana mía, Asamblea de Israel, que eres como una casta esposa! Qué buenos son para mí tus amores, preferibles a las setenta naciones". ¿Por qué un amor así que puede llegar a raptar el corazón? No se enumeran riquezas ni posesiones, reinos ni ejércitos de la amada que puedan dar razón de un amor así. El amante sólo describe el cuerpo de la amada. Es una descripción concreta completamente reservada a la amada, como queriendo subrayar un amor personal, directo, sin segundas intenciones, sin otros objetivos. El texto describe a la esposa como un jardín exuberante, un "paraíso". El encuentro del esposo con la esposa es el paraíso, es decir, el alcance pleno de la felicidad. Es un jardín regado por una fuente, recorrido por el viento, poblado de árboles frutales y aromáticos. Y sobre todo es un jardín "cerrado", en el que ningún otro puede entrar. Es la exclusividad del amor de Dios por su pueblo: "Soy un Dios celoso", repite varias veces el Señor en las Escrituras. Esta exclusividad hace al jardín siempre verde y fecundo: "¡Fuente de los jardines, pozo de aguas vivas que fluyen del Líbano!". El comentario rabínico ve aquí una alusión a las aguas que brotan del altar del templo, a veces comparado con el "Líbano". El Tárgum escribe: las aguas vivas "brotan del Líbano para regar la tierra de Israel: los hijos de Israel estudian los preceptos de la Ley, que son como una fuente de agua viva, y del altar del templo, construido en Jerusalén y llamado Líbano, se derrama el agua en libación". También de nuestro corazón brotarán sentimientos de amor y de nuestros labios saldrán palabras semejantes a las de la amada que canta: "¡Despierta, cierzo, llégate, ábrego! ¡Soplad en mi jardín, que exhale sus aromas! ¡Entre mi amado en su huerto y coma sus frutos exquisitos!". Es el viento del "espíritu" del Señor que se nos da y que hace fecunda la tierra que somos nosotros hasta poder dar al Señor los frutos del amor y de la paz que hacen bello "su" jardín.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.