ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias

Memoria de Jesús crucificado

Recuerdo de san Jerónimo, doctor de la Iglesia, que murió en Belén el 420. Tradujo la Biblia al latín. Oración para que la voz de la Escritura se oiga en toda lengua. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 30 de septiembre

Recuerdo de san Jerónimo, doctor de la Iglesia, que murió en Belén el 420. Tradujo la Biblia al latín. Oración para que la voz de la Escritura se oiga en toda lengua.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Job 38,1.12-21; 40,3-5

Yahveh respondió a Job desde el seno de la tempestad y dijo: ¿Has mandado, una vez en tu vida, a la mañana,
has asignado a la aurora su lugar, para que agarre a la tierra por los bordes
y de ella sacuda a los malvados? Ella se trueca en arcilla de sello,
se tiñe lo mismo que un vestido. Se quita entonces su luz a los malvados,
y queda roto el brazo que se alzaba. ¿Has penetrado hasta las fuentes del mar?
¿has circulado por el fondo del Abismo? ¿Se te han mostrado las puertas de la Muerte?
¿has visto las puertas del país de la Sombra? ¿Has calculado las anchuras de la tierra?
Cuenta, si es que sabes, todo esto. ¿Por dónde se va a la morada de la luz?
y las tinieblas, ¿dónde tienen su sitio?, para que puedas llevarlas a su término,
guiarlas por los senderos de su casa. Si lo sabes, ¡es que ya habías nacido entonces,
y bien larga es la cuenta de tus días! Y Job respondió a Yahveh: ¡He hablado a la ligera: ¿qué voy a responder?
Me taparé la boca con mi mano. Hablé una vez..., no he de repetir;
dos veces..., ya no insistiré.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Dios finalmente habla, como Job estaba pidiendo desde el inicio del libro. Pero la respuesta parece extraña. Parece que al Señor le tenga sin cuidado responder puntualmente a las peticiones y preguntas de Job. Dios desafía a un hombre que ha osado poner en tela de juicio su actuación. Los dos capítulos son una continua pregunta a Job por parte de Dios, que se resume en el desafío inicial: "¿Quién es este que denigra mi designio diciendo tales desatinos? Si eres valiente, cíñete los lomos: te voy a preguntar y tú me instruirás". Y Dios interroga a Job sobre la obra de la creación, primero la naturaleza y luego los animales. ¿Cómo puede pensar Job que Dios está fuera de la historia de los hombres si él es no solo el origen de todo lo que existe sino también el que mantiene con vida la obra de la creación? Tal vez los dos capítulos nos pueden parecer una lista de situaciones que creemos dominar y en las que nos resulta difícil ver la presencia de Dios: la tierra, las aguas, el curso del tiempo, la lluvia, la nieve, los astros, los animales... Hoy la ciencia intenta explicarlo todo y encuentra un origen para todo. De ese modo terminamos eliminando cualquier motivo de asombro ante la creación. ¿Por qué deberíamos ver la presencia benévola de Dios detrás de lo que vemos cada día? En el fondo las antiguas culturas no conocían el origen de muchos fenómenos para los que hoy podemos dar una explicación. Y por eso fácilmente atribuían su origen a la divinidad, y llegaban a divinizarlas, como pasaba, por ejemplo, en la antigua Grecia o en Roma, así como en muchas otras culturas. La novedad de la Biblia es que no diviniza ninguna obra creada, y a ese propósito es profundamente "laica". Pero en todo emerge la presencia de Dios, que mantiene con vida este orden maravilloso de la creación, ante el que vale la pena asombrarse, entre otras cosas, porque nunca lo dominaremos por completo. Así pues, dejémonos interrogar también nosotros por el Señor, para que nuestra sabiduría no se convierta en necedad.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.