ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Señor

Recuerdo de San Nicolás (+ 350). Fue obispo en Asia menor (la actual Turquía), y es venerado en todo Oriente.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 6 de diciembre

Recuerdo de San Nicolás (+ 350). Fue obispo en Asia menor (la actual Turquía), y es venerado en todo Oriente.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Salmo 95 (96), 1-3.10-13

1 ¡Cantad a Yahveh un canto nuevo,
cantad a Yahveh, toda la tierra,
2 cantad a Yahveh, su nombre bendecid!
Anunciad su salvación día tras día,
3 contad su gloria a las naciones,
a todos los pueblos sus maravillas.
10 Decid entre las gentes: "¡Yahveh es rey!"
El orbe está seguro, no vacila;
él gobierna a los pueblos rectamente.
11 ¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra,
retumbe el mar y cuanto encierra;
12 exulte el campo y cuanto en él existe,
griten de júbilo todos los árboles del bosque,
13 ante la faz de Yahveh, pues viene él,
viene, sí, a juzgar la tierra!
El juzgará al orbe con justicia,
a los pueblos con su lealtad.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Con este salmo que se hace eco de la subida del arca a Jerusalén, el creyente está invitado a cantar al Señor que asciende sobre su trono. Toda la creación, el cielo, la tierra, el mar, los campos, los árboles del bosque, las familias de los pueblos, están invitados a cantar las alabanzas al Señor. En el transcurso del salmo, tres veces se repite la invitación: “¡Cantad!”. El mundo entero se alegra ante la noticia de que Dios viene a “gobernar” y a “juzgar” la tierra. El salmista parece sugerir una asamblea litúrgica reunida en el templo que alaba al Señor, y exhorta: “Traed ofrendas, entrad en sus atrios, postraos ante el Señor en el atrio sagrado” (vv. 8-9). En verdad, la mirada del salmista se dirige de inmediato al mundo y a toda la humanidad: toda la tierra, todas las naciones, todos los dioses, todas las gentes están invitadas a entrar en el templo. Y el centro del culto de Israel, el lugar que Dios ha elegido como su morada, ya no está reservado sólo a Israel, sino que pertenece a las “familias de los pueblos” (vv. 7-8). Está llena de significado esta procesión que ve a Israel y a los pueblos de la tierra entrar juntos en el templo, reunidos en una sola peregrinación, en una sola procesión. La tensión entre el templo y el mundo caracteriza desde la raíz la fe de Israel. El pueblo de Dios no ha sido elegido por sí mismo, para preocuparse únicamente de su salvación. El Señor ha confiado a su pueblo una misión universal: comunicar a todos los pueblos de la tierra que hay un Dios que quiere la salvación de todos, sin exclusión de nadie. Ya la elección de Abraham fue una decisión en función de una responsabilidad de cara a toda la humanidad: “Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra” (Gn 12,3). El designio de Dios, como aparece en la Sagrada Escritura, es un designio universal: reunir a toda la familia de los pueblos. El salmista exhorta a Israel: “Anunciad su salvación día a día, contad su gloria a las naciones” (vv. 2-3). La invitación es clara: “anunciar” y “contar” en medio de los pueblos que “El Señor es rey” (v.10). Esta tensión universal se vuelve todavía más evidente en el mensaje evangélico. La predicación de Jesús comienza comunicando la alegre noticia de la llegada del Reino de Dios para todos los pueblos: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca” (Mc 1,15). Es el corazón de la predicación de Jesús que aparece desde sus primeras palabras. Con Jesús el Reino de Dios se ha hecho cercano a los hombres, es más, ha venido en medio de nosotros. Los cristianos, acogidos en este diseño de Dios, están llamados a ser sus artífices. La vocación de la Iglesia -que el Papa Francisco no deja de recordar a todos- es la de favorecer de todas las maneras el encuentro entre todos los pueblos de la tierra para que se encaminen hacia el Reino de Dios que ha comenzado.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.