ORACIÓN CADA DÍA

Oración con María, madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Oración con María, madre del Señor

Fiesta de San José, esposo de María, que en la humildad "tomó consigo al niño". Aniversario del inicio del ministerio pastoral del papa Francisco. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración con María, madre del Señor
Martes 19 de marzo

Fiesta de San José, esposo de María, que en la humildad "tomó consigo al niño". Aniversario del inicio del ministerio pastoral del papa Francisco.


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Mateo 1,16.18-21.24

y Jacob engendró a José, el esposo de María,
de la que nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

La Iglesia celebra hoy la fiesta de San José, el esposo de María. Descendiente de la casa de David, recibe la misión de ligar a Jesús a la descendencia davídica, de reasumir la figura de los patriarcas, que a menudo habían recibido en sueños la revelación de Dios, y de hacer recorrer al pequeño Jesús el camino del éxodo, de Egipto a la tierra prometida, insertándolo en la historia de Israel para hacerlo heredero de las promesas. Hombre del silencio, José supo discernir día tras día la voluntad de Dios y obedeció. Una antigua leyenda dice que murió en una gran paz que le daba Jesús, y por ello en la tradición occidental se comenzó pronto a invocarlo para recibir el don de una muerte serena. Las Iglesias de Oriente lo recuerdan junto a David y a Santiago, el hermano del Señor, en los días después de Navidad. Su figura, ligada a la infancia de Jesús, nos recuerda la actitud indispensable de escucha que debe tener todo creyente, sobre todo en esos momentos en los que parece que prevalecen las dificultades. El pasaje evangélico de Mateo nos narra cómo José se ve involucrado en el misterio del nacimiento de Jesús. El evangelista parece querer subrayar lo irregular del nacimiento de Jesús. Habla de José y del drama, doblemente grave, que está viviendo. Como marido traicionado debería celebrar un divorcio oficial (María aparecería como adúltera, y por tanto sería rechazada y marginada por sus parientes y por todos los habitantes del pueblo). Obviamente también María pensó estas cosas al escuchar el anuncio del ángel, y sin embargo obedeció. José, por su parte, había decidido repudiar a su joven esposa, pero en secreto. Sin embargo, hay un más allá de Dios que el ángel le revela. José lo escucha y comprende lo que está sucediendo a su alrededor y en su interior, convirtiéndose así en discípulo del Evangelio. Y el ángel continuó: "Le pondrás por nombre Jesús". José debe reconocer y decir quién es ese hijo. Por eso es la imagen del creyente que sabe escuchar y tomar consigo a Jesús. Si escuchamos el Evangelio, también nosotros seremos capaces de acoger a Jesús como el amigo de nuestros días, de toda nuestra vida.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.