EVERYDAY PRAYER

Liturgia del domingo
Word of god every day

Liturgia del domingo

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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo
Domingo 21 de julio

XVI del tiempo ordinario


Primera Lectura

Génesis 18,1-10

Apareciósele Yahveh en la encina de Mambré estando él sentado a la puerta de su tienda en lo más caluroso del día. Levantó los ojos y he aquí que había tres individuos parados a sur vera. Como los vio acudió desde la puerta de la tienda a recibirlos, y se postró en tierra, y dijo: "Señor mío, si te he caído en gracia, ea, no pases de largo cerca de tu servidor. Ea, que traigan un poco de agua y lavaos los pies y recostaos bajo este árbol, que yo iré a traer un bocado de pan, y repondréis fuerzas. Luego pasaréis adelante, que para eso habéis acertado a pasar a la vera de este servidor vuestro." Dijeron ellos: "Hazlo como has dicho." Abraham se dirigió presuroso a la tienda, a donde Sara, y le dijo: "Apresta tres arrobas de harina de sémola, amasa y haz unas tortas." Abraham, por su parte, acudió a la vacada y apartó un becerro tierno y hermoso, y se lo entregó al mozo, el cual se apresuró a aderezarlo. Luego tomó cuajada y leche, junto con el becerro que había aderezado, y se lo presentó, manteniéndose en pie delante de ellos bajo el árbol. Así que hubieron comido dijéronle: "¿Dónde está tu mujer Sara?" - "Ahí, en la tienda", contestó. Dijo entonces aquél: "Volveré sin falta a ti pasado el tiempo de un embarazo, y para entonces tu mujer Sara tendrá un hijo." Sara lo estaba oyendo a la entrada de la tienda, a sus espaldas.

Salmo responsorial

Salmo 14 (15)

Yahveh, ¿quién morará en tu tienda?,
¿quién habitará en tu santo monte?

El que ando sin tacha,
y obra la justicia;
que dice la verdad de corazón,

y no calumnia con su lengua;
que no daña a su hermano,
ni hace agravio a su prójimo;

con menosprecio mira al réprobo,
mas honra a los que temen a Yahveh;
que jura en su perjuicio y no retracta,

no presta a usura su dinero,
ni acepta soborno en daño de inocente.
Quien obra así jamás vacilará.

Segunda Lectura

Colosenses 1,24-28

Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia, de la cual he llegado a ser ministro, conforme a la misión que Dios me concedió en orden a vosotros para dar cumplimiento a la Palabra de Dios, al Misterio escondido desde siglos y generaciones, y manifestado ahora a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo entre vosotros, la esperanza de la gloria, al cual nosotros anunciamos, amonestando e instruyendo a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de presentarlos a todos perfectos en Cristo.

Lectura del Evangelio

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ayer fui sepultado con Cristo,
hoy resucito contigo que has resucitado,
contigo he sido crucificado,
acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 10,38-42

Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.» Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ayer fui sepultado con Cristo,
hoy resucito contigo que has resucitado,
contigo he sido crucificado,
acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Homilía

El domingo pasado la liturgia nos hizo parar al lado del hombre medio muerto, junto al buen samaritano. Hoy el Evangelio nos hace parar en casa de Marta, atareada, y María, que está sentada a los pies del Maestro. El evangelista Lucas coloca los dos pasajes juntos, uno tras otro. Un querido amigo, el pastor valdense Valdo Vinay, decía que hay que leerlos juntos. En ellos -decía- se resumen las dos dimensiones de la vida evangélica: el amor por los pobres y la escucha de la Palabra de Dios. No hay expertos en caridad por una parte y expertos en oración por otra. No existe la división entre una vida contemplativa y una vida activa. Toda comunidad cristiana, todo discípulo, vive poniéndose a los pies de Jesús para escuchar su Palabra, como María y, al mismo tiempo, curvándose ante el hombre medio muerto, como el samaritano. No puede haber división entre la caridad y la oración. El Evangelio condena la división entre la oración y el amor por los pobres, entre el sacramento del altar y el sacramento del hermano.
Nos encontramos en la casa de Betania donde Jesús experimentaba la amistad con aquella familia. Es una indicación de gran valor: ¿no deberían ser así todas las casas de los discípulos? Sobre todo en nuestros días. En Betania se repetía la escena de Abrahán que en Mambré, en la hora de más calor del día, acoge a los tres peregrinos que estaban cruzando el desierto.
Hacen falta aquella tienda de Abrahán y aquella casa de Betania. Y vemos que todo empieza con un corazón que sabe escuchar la Palabra de Dios, que sabe acoger los sentimientos de Jesús. De lo contrario corremos el peligro de reaccionar de manera insolente, como hizo Marta. Jesús la reprende. Pero no para devaluar su gesto concreto que, por otra parte, hoy sería muy valioso para quienes huyen de las guerras y del hambre. Jesús quiere destacar que la acogida requiere una amistad hecha de escucha, de atención y de cercanía. Marta está tan dominada por las cosas que tiene que hacer -podríamos decir, por su agenda- que olvida el primado de la amistad, el primado de la escucha, también con los pobres. A Marta se le pasaba por alto el primado de escuchar a Jesús.
Se repite lo que pasó en la parábola del buen samaritano: el sacerdote y el levita estaban tan dominados por sus ritos y por sus ritmos que olvidaron lo esencial, es decir, la compasión de Dios, la misericordia, la amistad con el hombre medio muerto. Así pues, podríamos decir que también Marta se dejó dominar más por las ocupaciones que por Jesús. De hecho, se molestó con Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo?" (v. 40). Pobre Marta, había acogido a Jesús y había hecho bien, pero luego se deja arrollar por ella misma. Pero Jesús, con calma y cariño, la corrige: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola". Una sola es la cosa realmente necesaria, porque es la fuente de todos los actos de los discípulos: escuchar al Maestro. El Evangelio parece indicarnos las dos cátedras en las que podemos parar y aprender: la cátedra de la Palabra de Dios y la cátedra de los pobres. El Señor está presente en ambas. Y parece reverberar las palabras que Jesús le dice a Marta: "María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada". El Samaritano y María están frente a nosotros y nos muestran el camino del Evangelio.

Prayer is the heart of the life of the Community of Sant'Egidio and is its absolute priority. At the end of the day, every the Community of Sant'Egidio, large or small, gathers around the Lord to listen to his Word. The Word of God and the prayer are, in fact, the very basis of the whole life of the Community. The disciples cannot do other than remain at the feet of Jesus, as did Mary of Bethany, to receive his love and learn his ways (Phil. 2:5).
So every evening, when the Community returns to the feet of the Lord, it repeats the words of the anonymous disciple: " Lord, teach us how to pray". Jesus, Master of prayer, continues to answer: "When you pray, say: Abba, Father". It is not a simple exhortation, it is much more. With these words Jesus lets the disciples participate in his own relationship with the Father. Therefore in prayer, the fact of being children of the Father who is in heaven, comes before the words we may say. So praying is above all a way of being! That is to say we are children who turn with faith to the Father, certain that they will be heard.
Jesus teaches us to call God "Our Father". And not simply "Father" or "My Father". Disciples, even when they pray on their own, are never isolated nor they are orphans; they are always members of the Lord's family.
In praying together, beside the mystery of being children of God, there is also the mystery of brotherhood, as the Father of the Church said: "You cannot have God as father without having the church as mother". When praying together, the Holy Spirit assembles the disciples in the upper room together with Mary, the Lord's mother, so that they may direct their gaze towards the Lord's face and learn from Him the secret of his Heart.
 The Communities of Sant'Egidio all over the world gather in the various places of prayer and lay before the Lord the hopes and the sufferings of the tired, exhausted crowds of which the Gospel speaks ( Mat. 9: 3-7 ), In these ancient crowds we can see the huge masses of the modern cities, the millions of refugees who continue to flee their countries, the poor, relegated to the very fringe of life and all those who are waiting for someone to take care of them. Praying together includes the cry, the invocation, the aspiration, the desire for peace, the healing and salvation of the men and women of this world. Prayer is never in vain; it rises ceaselessly to the Lord so that anguish is turned into hope, tears into joy, despair into happiness, and solitude into communion. May the Kingdom of God come soon among people!