ORACIÓN CADA DÍA

Oración de la Vigilia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración de la Vigilia
Sábado 4 de mayo


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 15,18-21

«Si el mundo os odia,
sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Su fuerais del mundo,
el mundo amaría lo suyo;
pero, como no sois del mundo,
porque yo al elegiros os he sacado del mundo,
por eso os odia el mundo. Acordaos de la palabra que os he dicho:
El siervo no es más que su señor.
Si a mí me han perseguido,
también os perseguirán a vosotros;
si han guardado mi Palabra,
también la vuestra guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre,
porque no conocen al que me ha enviado.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jesús, después de hablar de la íntima relación de amor que le une a los discípulos, habla del odio del que esos mismos discípulos serán objeto en el mundo. Hay, en efecto, una incompatibilidad profunda y radical entre el amor gratuito, propio del verdadero discípulo de Jesús, y la lógica mundana que busca siempre el beneficio, o al menos la reciprocidad en cada situación de la vida. Solo si uno camina por la senda del amor evangélico se convierte en signo de contradicción para el mundo. Jesús libró una verdadera lucha contra el mal y su poder sobre los hombres. Los discípulos, resulta obvio, al estar con Jesús recibirán la misma hostilidad que se abate sobre él. Por eso Jesús advierte a los discípulos de todos los tiempos: "Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi palabra, también la vuestra guardarán". El discípulo que vive el Evangelio se convierte en signo del mismo Señor. Quien le acoge e imita su ejemplo, acoge e imita al mismo Jesús. Y quien desprecia al discípulo, desprecia al mismo Jesús. Esto es lo que le fue revelado a Pablo en el camino de Damasco. El Señor le dijo: "Saulo, ¿por qué me persigues?". En esta pregunta se pone de manifiesto claramente el estrecho vínculo entre Jesús y los discípulos, incluidos nosotros. Y explica el porqué de la oposición contra los cristianos aún hoy. El mensaje evangélico sigue siendo siempre una alternativa a la mentalidad egocéntrica del mundo.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.