ORACIÓN CADA DÍA

Oración por los enfermos
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración por los enfermos


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

2Reyes 25,22-30

Al pueblo que quedó en la tierra de Judá y que había dejado Nabucodonosor, rey de Babilonia, le puso por gobernador a Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán. Todos los jefes de tropas y sus hombres oyeron que el rey de Babilonia había puesto por gobernador a Godolías y fueron donde Godolías a Mispá: Ismael, hijo de Netanías, Yojanán, hijo de Caréaj, Seraías, hijo de Tanjumet el netofita, Yaazanías de Maaká, ellos y sus hombres. Godolías les hizo un juramento, a ellos y a sus hombres, y les dijo: "No temáis nada de los siervos de los caldeos, quedaos en el país y servid al rey de Babilonia, y os irá bien." Pero en el mes séptimo, Ismael, hijo de Netanías, hijo de Elisamá, que era de linaje real, vino con diez hombres e hirieron de muerte a Godolías, así como a los judíos y caldeos que estaban con él, en Mispá. Entonces todo el pueblo, desde el más pequeño al más grande, y los jefes de tropas se levantaron y se fueron a Egipto, porque tuvieron miedo de los caldeos. En el año 37 de la deportación de Joaquín, rey de Judá, en el mes doce, el veintisiete del mes, Evil Merodak, rey de Babilonia, hizo gracia, en el año en que comenzó a reinar, a Joaquín, rey de Judá, y lo sacó de la cárcel. Le habló con benevolencia y le dio un asiento superior al asiento de los reyes que estaban con él en Babilonia. Joaquín se quitó sus vestidos de prisión y comió siempre a la mesa en su presencia, todos los días de su vida. Le fue dado constantemente su sustento de parte del rey, día tras día, todos los días de su vida.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Es la última página del libro. Tras la reforma de Josías los acontecimientos se precipitan y los últimos cuatro reyes quedan a merced de la política internacional: Joacaz es deportado a Egipto (23, 31-35), Joaquín es sometido a los babilonios y recibe amenazas armadas (23, 36 - 24, 7), Joaquín es deportado a Babilonia durante el primer asedio de Jesusalén (24, 8:17), Sedecías cae preso en la toma de Jerusalén (24, 18 - 25, 7). La ciudad es asediada dos veces por Nabucodonosor (605-562 a.C.) y en ambas ocasiones la población es deportada: la primera vez bajo Joaquín en 597 y la segunda vez bajo Sedecías en 587. En la primera deportación Nabucodonosor se lleva los tesoros del templo y del palacio real, cumpliendo así una palabra del Señor. Los tesoros del templo y del palacio real son como un hilo conductor que recorre toda la historia de los reyes de Judá. Aparecen por primera vez cuando termina la construcción del templo, antes de su consagración: "Cuando se completó toda la obra que el rey Salomón había hecho en el templo del Señor, Salomón hizo traer todo lo consagrado por David su padre, la plata, el oro y los objetos; y lo depositó entre los tesoros del templo del Señor" (1 Re 7, 51). No obstante, siempre terminan en manos extranjeras: para obtener una ayuda militar, para evitar un ataque o para pagar un tributo. La destrucción final del templo ya se anuncia en la primera expoliación del tesoro, cuando bajo Roboán se pierde la gran riqueza acumulada por David y Salomón. La íntima relación entre tesoros y destrucción de Jerusalén demuestra la radicalidad de la pérdida cuando nos alejamos de Dios. Tras la destrucción de Jerusalén, los babilonios ponen en el lugar de Sedecías a uno que no pertenece a la familia real: Godolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán (v. 22). Ya conocimos a su padre y a su abuelo cuando se descubrió el libro en el templo bajo Josías. Él propone a los judíos que se habían quedado los mismos consejos que el profeta Jeremías: aceptar el dominio babilonio y continuar la vida en el país (v. 24). Pero un grupo liderado por un miembro de la familia real asesina a Godolías y a todos los judíos que estaban con él (v. 25; en Jr 40-43 se describe al detalle el golpe de Estado). Esta noticia, al final del libro de los Reyes, parece querer centrar la atención en Babilonia, visto que en Judá ya no quedaba nadie; en efecto, todos escaparon a Egipto (v. 26). Se elimina así cualquier duda sobre la posibilidad de que haya supervivientes (24, 14-16; 25, 11); como mucho, quedaron "una parte de los más pobres del pueblo del país para cultivar las viñas y los campos" (25, 12). Así pues, los exiliados tienen dos destinos: Egipto y Babilonia, aunque parece ser que el verdadero Israel está sólo en una parte. Más allá de los problemas de interpretación histórica, en la época persa, cuando se reconstruye el templo y las murallas de Jerusalén, el judaísmo construirá una imagen ideal de la historia del pueblo de Dios, que sufre el castigo de Babilonia pero luego vuelve a Jerusalén tras el edicto de Ciro (Esd 1). Parece ser que la experiencia típica de Israel es la de estar siempre "fuera" de la tierra prometida. El libro de los Reyes y, con él, toda la colección de los profetas anteriores, terminan con el rey en Babilonia y el pueblo en el exilio, aunque también el Pentateuco terminaba con Moisés más allá del Jordán; es más, toda la Biblia judía, que tradicionalmente termina con los libros de las Crónicas, presupone un destinatario lejos de Jerusalén. Tras la expulsión de Adán y Eva del jardín, que debía ser su destino, parece que el pueblo elegido no tenga un lugar donde asentarse, porque ningún lugar puede sustituir el jardín del paraíso. La liberación de Joaquín se presenta como la semilla de un futuro de esperanza, el signo de que a pesar de todo no se ha anulado la promesa del Señor de una dinastía perenne para David. La profecía de Natán, pues, no alude a la sucesión davídica en su aspecto genético, sino a otro hijo de David: Jesucristo. Pero este rey no es un jefe político, sino que es rey en la cruz, tal como está escrito en el motivo de su condena: "Este es Jesús, el rey de los judíos" (Mt 27, 37).

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.