EE.UU. planea una ejecución con un sistema ‘inhumano’ para los animales

EE.UU. planea una ejecución con un sistema ‘inhumano’ para los animales

La Comunidad de San Egidio lanza una campaña contra una muerte por asfixia con nitrógeno

 La Comunidad de San Egidio (Sant’Egidio en Italia, donde nació y desde donde se expandió al mundo: hoy está presente en más de 70 países) ha lanzado una campaña internacional para tratar de frenar la ejecución en Alabama de Kenneth Smith. Este hombre de 58 años lleva 35 en el corredor de la muerte. Fue condenado en 1988 a cadena perpetua por un jurado, que lo consideró culpable del homicidio de una mujer.

Haciendo uso de un poder que entonces le permitía la ley, el juez desoyó la petición de condena del jurado y la cambió por la pena de muerte. Estas prerrogativas fueron anuladas en el 2017 y ya no están vigentes en ningún estado de EE.UU., pero no afectan a las que se aplicaron con anterioridad, como la de Kenneth Smith. Su caso resulta espantoso por otro motivo: está previsto que lo ejecuten asfixiándolo con nitrógeno.

Se da la paradoja de que la hipoxia por nitrógeno es un método prohibido para el sacrificio de animales por “cruel e inhumano”. La comunidad de San Egidio, una entidad altruista, ecuménica e independiente, aunque se la considera “la diplomacia vaticana en la sombra”, lucha desde hace años contra la pena capital en todo el mundo porque “la cultura de la muerte solo puede superarse con la cultura de la vida”.Esta entidad ya ha recogido más de 7.000 firmas para pedir clemencia a la gobernadora de Alabama, la republicana Kay Ivey. Su iniciativa se puede apoyar aquí. La ejecución aún no tiene fecha, pero parece inminente. Será la segunda vez que este reo abandone su celda en el corredor de la muerte camino del cadalso. Ya lo hizo el 17 de noviembre del 2022, cuando intentaron sin éxito poner fin a su vida con una inyección letal.

El cóctel letal de fármacos obliga a que el condenado reciba una punción en cada brazo, como mostró Sean Penn en la magnífica Pena de muerte (1995). Kenneth Smith, sin embargo, tiene venas delgadas o huidizas, difíciles de pinchar. Los funcionarios lograron inserirle un catéter, pero pasaba el tiempo y no podían introducir el segundo. La ejecución, cuyo plazo legal vencía a medianoche, se interrumpió por causa mayor a las 23.21 horas.

 

San Egidio tiene también mucho que ver en la práctica desaparición de las ejecuciones por inyección letal a raíz de otra campaña contra las farmacéuticas. Gigantes como Pfizer alegaron que producían fármacos como el pentobarbital para los hospitales y que no eran responsables de sus otros usos, pero la presión fue tal que en el 2016 el sector se negó a suministrar más sustancias que pudieran ser utilizadas para la pena capital.

Las inyecciones letales, muy difíciles de aplicar ahora por falta de suministros, se fomentaron para evitar procedimientos “inusualmente crueles”, como la cámara de gas o la silla eléctrica. La propia Comunidad de San Egidio o Amnistía Internacional cuestionan su supuesta bondad y recuerdan que, aunque la sedación impida las convulsiones, la muerte puede ser agónica y con una terrible sensación de quemazón interna.

En cualquier caso, la asfixia por nitrógeno no mejora la situación. “Se trata de un método todavía más

brutal”, denuncia la Comunidad de San Egidio. Una parte importante del aire que respiramos contiene nitrógeno. Pero si a ese aire se le quita todo el oxígeno y se deja el nitrógeno la muerte es inevitable. Y muy dolorosa. Ese es precisamente el argumento para que no se utilice en el sacrificio de animales de granja.

Pero, además de inevitable y dolorosa, la pena de muerte es irreversible. Y ese es su principal problema, se aplique como se aplique. Una máxima dice que son preferibles cien culpables en la calle que un inocente en la cárcel. Muchos estudios señalan que al menos el 4% de las víctimas de las ejecuciones en EE.UU. eran inocentes y que el 2% de los inocentes que se salvaron se tuvieron que conformar con la cadena perpetua.

Kenneth Smith y otro hombre, ya ejecutado, fueron condenados por el homicidio de Elizabeth Dorlene Sennet, esposa de un predicador protestante. La fiscalía investigaba al marido, que se acabó suicidando, por contratar a dos sicarios para cometer el crimen y poder cobrar así el seguro de vida de la su esposa. Kenneth Smith, que percibió mil dólares por su participación en los hechos, niega ser el autor material de la muerte.

Según su versión, él se limitó a revolver el escenario del crimen para simular un robo. Su autoría material o su grado de implicación no se debate aquí. Lo que se debate, recuerda la Comunidad de San Egidio, es la pena de muerte y las cuestiones morales y éticas que plantea. Victor Hugo ya decía en el siglo XIX que “donde triunfa la pena de muerte, domina la barbarie” y “donde es derrotada prevalece la civilización”.

Si finalmente nadie lo remedia, no se sabe cómo se llevará a cabo todo. ¿Se utilizará acaso una mascarilla? Una como las que tantas vidas salvaron durante la covid, pero esta vez para llevar la muerte, no la vida. Nunca antes se ha usado un sistema así para un ser humano. Y los intentos que se realizaron en mataderos se interrumpieron porque, y esta es la mayor paradoja de  la historia, era un sistema “muy cruel y doloroso”.

El próximo día 10 será el día internacional contra la Pena de Muerte, que este año estará dedicado a la tortura. Y eso considera la Comunidad de San Egidio que quieren hacerle a Kenneth Smith: torturarlo hasta la muerte. Esta entidad solidaria, que tiene en Barcelona y en la iglesia de los santos Just y Pastor uno de sus principales bastiones fuera de Italia, se ha movilizado en Europa para lanzar un grito desesperado...

En apenas unos días más de 7.000 personas han firmado una petición dirigida a las autoridades de Alabama. “La pena de muerte no devuelve la vida a las víctimas y añade más dolor al dolor, creando nuevas víctimas: los familiares de los condenados, hayan hecho lo que hayan hecho”, explica Mario Marazziti, portavoz de San Egidio y coordinador de la campaña internacional para la abolición de la pena capital.


[ Domingo Marchena ]