Pregària pels pobres
Lectura de la Paraula de Déu
Al·leluia, al·leluia, al·leluia.
Aquest és l'Evangeli dels pobres,
l'alliberament dels presoners,
la vista dels cecs,
la llibertat dels oprimits.
Al·leluia, al·leluia, al·leluia.
Isaïes 4,2-6
Aquell dia, la fertilitat que el Senyor donarà al país coronarà de glòria i d'esplendor els supervivents d'Israel; el fruit de la terra els omplirà d'honor i de prestigi. Quan el Senyor haurà rentat les dames de Sió de la seva immundícia i quan haurà netejat la sang vessada enmig de Jerusalem amb una ventada ardent de justícia, aleshores, als qui restaran a Jerusalem, als qui sobreviuran a Sió, els diran "Poble sant": són els qui el Senyor té inscrits per donar-los la vida a Jerusalem. Damunt de tota la muntanya de Sió, damunt els qui allí s'hauran aplegat, el Senyor farà aparèixer un núvol de fum durant el dia, i una resplendor de flames durant la nit. La glòria del Senyor serà un dosser. Serà com una cabana per a protegir de la calor del dia i per a aixoplugar-s'hi de xàfecs i aiguats.
Al·leluia, al·leluia, al·leluia.
El Fill de l'home
ha vingut a servir;
qui vulgui ser el primer,
que es faci servent de tots.
Al·leluia, al·leluia, al·leluia.
Estamos ante palabras de esperanza para un pueblo derrotado y para una ciudad destruida por la guerra. El futuro se presentaba oscuro para el pueblo de Israel. El profeta abre a la visión de un nuevo futuro. Y lo indica con la imagen de un nuevo "germen": será el Señor quien lo haga surgir. Se trata de un pueblo nuevo que sigue al Señor, que obedece a su Ley, y que por ello habitará en paz por toda Jerusalén. Se trata de ese pequeño resto, un grupo de supervivientes, que obedeciendo al Señor es "santo", y por tanto, bendecido. En efecto, santo es quien acoge el amor de Dios, quien vive en comunión con él, quien obedece a sus mandamientos y camina a su luz. Cuando los tiempos son difíciles, cuando la violencia del mal y de la guerra destruyen hombres y cosas, Dios no está lejos, aunque parezca poco visible o incluso imposible de aferrar. El Señor ha asumido un compromiso de fidelidad y apoyo para con su "pequeño resto". No solo no lo abandona sino que lo acompaña y lo protege. Y ese germen -dice el profeta- "será magnífico y glorioso", no como el mundo cree, sino como un árbol que produce frutos de bien para todos. Por eso también nosotros, creyentes del último momento, necesitamos invocar al Señor para que esté a nuestro lado, para que no venza el mal, y todos los pueblos puedan esperar un nuevo futuro de paz y fraternidad. La oración está en la raíz de la paz. Esta hace germinar la paz incluso en una tierra árida y devastada. Este es el anuncio del profeta, un hombre que no renuncia a creer en el amor de Dios que derrota el mal y salva a su pueblo.