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Oración por la unidad de las Iglesias. Recuerdo especial de las Iglesias ortodoxas. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por la Paz
Jueves 19 de enero

Oración por la unidad de las Iglesias. Recuerdo especial de las Iglesias ortodoxas.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Proverbios 5,1-23

Presta, hijo mío, atención a mi sabiduría,
aplica tu oído a mi prudencia, para que guardes tú la reflexión
y tus labios conserven la ciencia.
No hagas caso de la mujer perversa, pues miel destilan los labios de la extraña,
su paladar es más suave que el aceite; pero al fin es amarga como el ajenjo,
mordaz como espada de dos filos. Sus pies descienden a la muerte,
sus pasos se dirigen al seol. Por no seguir la senda de la vida,
se desvía por sus vericuetos sin saberlo. Así pues, hijo mío, escúchame,
no te apartes de los dichos de mi boca: aleja de ella tu camino,
no te acerques a la puerta de su casa; no sea que ella dé tu honor a otro
y tus años a un hombre cruel; no se harten de tus bienes los extraños,
ni paren tus fatigas en casa del extranjero; no sea que gimas a la postre
cuando tu cuerpo y tu carne se consuman, y digas: "Ay de mí, que he odiado la instrucción,
mi corazón ha despreciado los reproches, no he escuchado la voz de mis maestros
ni he prestado oídos a los que me instruían. A punto he estado de cualquier desgracia,
en medio de la asamblea y la comunidad." Bebe el agua de tu cisterna,
la que brota de tu pozo. ¿Se van a desbordar por fuera tus arroyos,
las corrientes de agua por las plazas? Que sean para ti solo,
no para que las beban contigo los extraños. - Sea tu fuente bendita.
Gózate en la mujer de tu mocedad, cierva amable, graciosa gacela:
embriáguente en todo tiempo sus amores,
su amor te apasione para siempre. ¿Por qué apasionarte, hijo mío, de una ajena,
abrazar el seno de una extraña? Pues los caminos del hombre están en la presencia de Yahveh,
él vigila todos sus senderos. El malvado será presa de sus propias maldades,
con los lazos de su pecado se le capturará. Morirá por su falta de instrucción,
por su gran necedad se perderá.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Antes de examinar este pasaje es necesario comprender de quien se está hablando. Para la traducción española el texto pondría en guardia acerca del matrimonio con una "extraña" (vv. 3 y 20). Esta advertencia podría ser leída en relación a la preocupación, expresada por ejemplo en los capítulos 9 y 10 del libro de Esdras, según la cual los matrimonios con mujeres extranjeras son considerados un peligro para la fidelidad al Dios de Israel. Por esto hay que evitarlos lo más rápidamente posible. Pero no se trataría de una actitud xenófoba, sino entendida como preservación de la pureza de la propia fe. Pero si leemos 2,16-17, 6,20-24 y 7,5 y ss, que igualmente hablan de la mujer "extraña", sería mejor entender a esta mujer como una prostituta. El texto de los Proverbios resultaría mucho más comprensible, también en relación a lo que se lee en los versículos siguientes: "aleja de ella tu camino y no te acerques a la puerta de su casa; no vayas a entregar tu honor a otros y tus años a alguien sin escrúpulos, no se aprovechen de tu esfuerzo los extraños". ¿Quién es este hombre sin escrúpulos? No puede ser el marido, más bien debería ser el que explota a esta mujer como prostituta. Por tanto, el texto pone en guardia ante el abandonarse al placer con las prostitutas. Ellas merecerían la desventura en manos de hombres crueles cuyo interés es sólo el beneficio. La consecuencia no sería sólo esta desventura en la miseria, sino que incluso haría perecer su cuerpo antes de tiempo. Por esto en los versículos 18-19 se exalta el amor por la propia mujer como aquel originario, el único por el que el hombre debe seguir gozando y alegrándose. ¿Cómo vivir esta fidelidad? Es necesario no seguir el instinto, sino atenerse a la sabiduría y a la instrucción que vienen de Dios. Sólo así el hombre será capaz de tomar aquellas decisiones que le garantizarán una vida alegre y alejada del mal.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.