ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 17 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Proverbios 22,1-16

Más vale buen nombre que muchas riquezas,
y mejor es favor que plata y oro. El rico y el pobre se encuentran,
a los dos los hizo Yahveh. El hombre precavido ve el mal y se esconde,
los simples pasan y reciben castigo. Premio de la humildad, el temor de Yahveh,
la riqueza, el honor y la vida. Espinas y lazos en la senda del malo, el que cuida de su vida, se aleja de ellos. Instruye al joven según sus disposiciones,
que luego, de viejo, no se apartará de ellas. El rico domina a los pobres,
el deudor es esclavo de su acreedor. Quien siembra injusticia cosecha miserias
y la vara de su cólera desaparecerá. El de buena intención será bendito,
porque da de su pan al débil. Expulsa al arrogante y se irá el litigio,
y pleitos e injurias cesarán. El que ama los corazones puros,
el de gracia en los labios, es amigo del rey. Los ojos de Yahveh custodian la ciencia,
pero confunden las palabras del pérfido. El perezoso dice: "Hay fuera un león;
voy a ser muerto en medio de la calle." Fosa profunda la boca de las mujeres ajenas:
aquel contra el que Yahveh se aíra, caerá en ella. La necedad está enraizada en el corazón del joven,
la vara de la instrucción lo alejará de ella. El que oprime a un débil, lo engrandece;
el que da a un rico, llega a empobrecerlo.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

"Más vale fama que grandes riquezas, más vale estima que plata y oro". Son las palabras con las que se introduce este capítulo. La traducción engaña, porque parecen prevalecer el juicio y la actitud de los demás en relación a alguien. En realidad el texto hebreo enfatiza las cualidades del sujeto que actúa: la fama, o mejor, un nombre escogido es una forma de vivir. En la Biblia, el nombre expresa la realidad de la persona y por tanto cada uno debe expresar lo mejor de sí. Es más, como dice la segunda parte del versículo, debe manifestar "simpatía", "estima". El propio nombre debe ser benevolencia, simpatía. Esto vale más que cualquier riqueza. El versículo 11 explica que la benevolencia se expresa también a través de la forma de hablar (los "labios"). Por el contrario, hoy no se expresa siempre benevolencia y simpatía, sino más bien frialdad, antipatía, arrogancia. Las palabras que se dicen a veces son duras, carecen de esa amabilidad que haría felices a los demás y mejoraría el mundo. A esta actitud se une la humildad, que crea honor y riqueza: "Consecuencia de la humildad y del temor del Señor son la riqueza, el honor y la vida". ¿Qué es lo que enriquece? Parece ser esencialmente la pregunta de esta parte. La riqueza no. Es más, muchas veces el rico oprime al pobre, aunque ante Dios ambos son criaturas. Hay una clara injusticia en el enriquecimiento de nosotros mismos a costa de los pobres, como afirma el versículo final: "El que oprime a un pobre para enriquecerse, da a un rico para empobrecerse". Es una firme condena de una sociedad en la que los ricos se enriquecen a costa de los pobres, es más, dominándoles, y una invitación a no enriquecer a los ricos porque eso sólo lleva al empobrecimiento. La bendición del Señor estará con quien es capaz de dar de lo suyo al pobre: "El generoso será bendecido, por compartir su pan con el pobre" (v. 9). La generosidad es un rasgo característico del creyente y del sabio, que no tiene miedo de dar de lo propio y, por tanto, no acumula para sí. En efecto, hay que enriquecerse ante Dios para salvarse, como dijo Jesús al final de la parábola del rico necio que acumulaba para sí: "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán? Así es el que atesora riquezas para sí y no se enriquece en orden a Dios" (Lc 12,20-21).

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.